sábado, 8 de agosto de 2015

Jelsa, una historia de amor verdadero... Parte 44


Jelsa, una historia de amor verdadero.


[TERMINADO]


Gente bella y hermosa, les traigo un adelanto. No está terminado, casi como de costumbre, xD Pero no los quiero dejar en la duda así que aquí va. Tuve que arreglarlo un poco porque la redacción era un asco.

He agregado nuevas cosas así que les invito a leerlo.


Capítulo 44. "Adiós




– ¿Eugene, qué hiciste? – las lágrimas no tardaron de llegar tras la sorpresa. Eugene casi no abría los ojos, por lo que ella se sentía derrocada. Había destruido él mismo su única oportunidad de salvarle. Y ahora moría, sin magia ni nada que Rapunzel pudiera hacer. Ahora que lo había encontrado. – No, no, no. Eugene.

Tomó el rostro del muchacho en sus pequeñas manos, miró con terror sus ojos cerrados. Volvió a llamarle.

– ¡Eugene! ¡Mírame! Mírame. Quédate aquí, no me dejes. Por favor. – sujetó su lánguida mano y se la colocó sobre su propio cabello. Esperaba que tal vez quedara algo de magia en él que ahora era corto y castaño. Necesitaba un milagro. – Flor que da fulgor, con tu brillo fiel… Vuelve el tiempo atrás… Volviendo a lo que fue…

Ni un rayo, ni una luz. Ningún fenómeno. Rapunzel lloraba por el hombre al que estaba perdiendo.

–… Rapunzel.

Ella no pudo evitar sonreír al oír su nombre en aquellos labios que creyó por un momento sellados.

– Tú eras mi hogar. – susurró él.

– Y tú el mío… –  Rapunzel supo que ese era el adiós. Él le acababa de decir lo más bello que había oído en su vida, que pertenecía algún lugar. Y ese lugar esa a su lado. Aunque el sueño no duraría  mucho. Contuvo la mano de Eugene con fuerza, como si pudiese evitar que le soltara. Hasta que el agarre de él simplemente se desplomó. Y cerró los ojos.

Sus mejillas se inundaron de lágrimas. Rapunzel arropó el cuerpo de Eugene con más anhelo, dando pequeños temblores producto del llanto. No había nada que hacer.

–… Quita enfermedad, que el destino cruel. Trae lo que perdí, volviendo a lo que fue… –   cantar no hacía nada al respecto, aun así para ella era una nana que por más que le doliera, era para despedirse. - A lo que fue

Con sus frentes unidas, una lágrima resbaló de los grandes ojos verdosos de la joven. Aún con la visión a oscuras, Punzie pudo percibir un pequeño rayo dorado, el que había visto irradiar tantas veces. Sin comprender, se alejó del bello rostro del hombre y de su fresco olor a pino que le reconfortaba y lo pudo ver con claridad. En verdad estaba viendo un resplandor saliendo y ramificándose por los aires como luces polares desde la herida en el abdomen de Eugene.

La luz creció y se expandió por el oscuro bosque, mezclándose con las primeras luces del día que se asomaba, eliminando la densa niebla que les abrigaba.

Era un milagro. De su propia lágrima, el fulgor de su magia le estaba curando.  Rapunzel no podía dar crédito a lo que estaba presenciando.  Una pequeña imagen, como el de una flor, floreció de él. No era su cabello el mágico. Era ella.

Cuando el show de luces desapareció, ella aguardó conteniendo el aire por el milagro en hacer efecto. A la sazón, él abrió los ojos.

– ¿Rapunzel? – dijo en un bisbiseo. Allí estaba la voz que ella deseaba escuchar. Siendo él, no podía dejar de hacer una de las suyas mientras se recomponía y volvía al mundo. –  ¿Te he dicho ya que estoy loco por las morenas?

Sin perder un segundo más, la joven rasgó el espacio entre ellos y se lanzó sobre él. Cayeron sobre la hierba en un tierno abrazo, forrado en emociones, que jamás pensaron que se darían, y menos querían que acabase. Él había vuelto por ella, le salvó la vida. Le debía más que ello. Absorbió su rico aroma a canela de su cuello, feliz de poder tener a Rapunzel en sus brazos. De una forma que jamás había deseado.

Ella se alejó un poco, y entre risillas de alegría, le besó. Por supuesto fue correspondido por él, una, y otra y otra vez. No sabía lo que quería hasta que lo tuvo.  Podían oír campanas, fuegos artificiales, violines, sentir mariposas… Y la realidad.





– ¡Hiccup! Por fin, estás despierto.

– ¿Qué… qué sucede? – se incorporó con cierta distancia de ella, escandalizado. Acarició su rostro dolorido. –  ¿Y por qué relámpagos me golpeaste?

Ella, en cambio, estaba radiante de alegría. Más o menos.

– Eres un tarado, ¡me hiciste creer que te maté! – le dio un golpe en el abdomen.

– ¡Por poco! – Hiccup le echó en cara luego de recuperar el aire. – Fui a evitar que murieras en el precipicio, luego me pegaste y lo último que recuerdo es estar cayendo. Espera… ¿Tú… cómo…? ¿Me salvaste?

– No me mires así, tampoco es la gran cosa. ¡Excepto que volé tu dragón! – el reproche se había transformado en modestia, y la modestia en arrogancia como un feo renacuajo se convierte en una rana más fea todavía. No, esperen… Bueno, Mérida no era la mejor para pensar en metáforas.

– ¿Volaste a Chimuelo? – ¿Sigo inconsciente? No, de seguro estoy muerto. Esto es imposible. ¿Una escocesa en un DRAGÓN? Ni en una retorcida realidad…

– Que sí, menso. Oh, espera… –  finalmente fue golpeada por las circunstancias reales. Tomó a Hiccup por los hombros. –  No, no ¡no hay tiempo para esto! ¡LOS DEMÁS ESTÁN DESAPARECIDOS! TENEMOS QUE ENCONTRARLOS.

– ¿QUÉ? Oh, por Odín, ¡es cierto! ¿Recuerdas algo de ayer o solo…?

– Nada. Solo una… pesadilla.

– Yo… Bueno, algo parecido.

– A los demás les debió de haber pasado lo mismo, ¿no?

– Eso creo. ¿Pero quién lo haría?

– Dudo que eso importe. Tenemos que encontrarlos. – con la decisión de una valiente gladiadora se giró mirando al norte, enfrentando a Hiccup y esperando a que él se diera vuelta a montar su dragón. Pero no lo hizo. – Hiccup, vamos. ¡Hay que buscarlos! ¿Y si están problemas?

– Precisamente. Mer, ¿y si es muy peligroso? ¿Y si nos pasa algo?

– ¿Tienes miedo?

– No. Pero temo… por ti. Y por ellos. Deberías quedarte aquí. Yo iré con Chimuelo a buscarlos.

-¿Qué? Ni hablar. Date la vuelta y vayámonos de aquí. No hay forma de que no vaya contigo en esto. Ni aunque tenga que colgarme de la cola de Chimuelo.

-¿Pero y si te pasa algo?

Eso fue como una descarga eléctrica para el pecho de Mérida que tranquilamente podría haber erizado sus rulos rojizos por la estática. Quizás por la ternura en la que lo dijo, o el miedo. Pero le había tocado un pedacito de corazón.

– Hiccup, no temas por mí.  – tomó su barbilla para que le mirara directo a los ojos. –  Teme más por ti. Porque eres un enclenque. – él se removió incómodo. No era eso a lo que se refería. – Aunque no mucho, porque yo estaré ahí para protegerte.

La sonrisa animó al vikingo al igual que su discurso.

– ¿… Hiccup? – le llamó antes de que él pudiera posicionarse tras la cabeza de Chimuelo, en la montadura. Él se giró al  oír esa tímida duda. Pero antes de que le preguntara qué pasaba, Mérida tomó su rostro pecoso y besó aquellos labios pillados por sorpresa. Hiccup cerró los ojos luego de abrirlos por sorpresa. Saboreó aquel momento, fugaz cual cometa. Sabía a dulce, a nuevo, a alegría, a aquellos besos que los antiguos soldados se daban con sus mujeres antes de ir a la guerra. Pero no podía ponerle palabra a aquella sensación interior.

– ¿Y eso?

Mérida le regaló una rápida sonrisa y miró al horizonte, enfocada.

– Será mejor que vallamos. – No quería hablar del tema. Había claramente temas más urgentes que asistir.

Confundido pero feliz, muy feliz, Hiccup hizo caso omiso a su respuesta centinela. Dio una vuelta en redondo y ordenó a Chimuelo a despegar. Prontamente, unas manos envolvieron su abdomen mientras sobrevolaban por las copas de árboles. Preocupados y sin rastro de sus amigos.




James, querido. Te estábamos esperando.

Las palabras más extrañas que había oído en su vida aún resonaban en su cabeza. ¿Cómo es que Gothel le estaba esperando a él? ¿Cuál había sido su pecado? ¿Qué tenía que ver? ¿Era toda esta venganza su culpa? Ni siquiera reconocía a Gothel de haberla visto antes, o a Hans o Pitch Black, no que James supiera. Inició a cuestionarse hasta quién era él, la duda sembrada crecía y destruía todo rastro de certeza en su paso.

James no entendía.

Menos todavía Jack y Elsa. Sus corazones se habían estancado por unos largos intervalos después de dar oídos a la misma declaración de la bruja.

– ¿J–  James? – Elsa fue la única que pudo hablar, con temor, durante ese momento que parecía congelado. Nadie reaccionaba salvo ella, aunque gracias a un gran esfuerzo. ¿Acaso… tenía razón sobre él? ¿Les había traicionado?

El tono en su voz le comunicó a James tanto como al resto de los presentes la misma pregunta. Prontamente, James negó con la cabeza pero no pudo encontrar palabras en su boca. Su lengua se trababa mientras sus nervios le jugaban una mala pasada. Todo el mundo tenía sus ojos en él, unos preocupados, espantados, y otros casi oportunos.

Viendo que Elsa no conseguía respuesta de él, no solo comenzó a asustarse y frustrarse, sino que Jack también se despetrificó.

– ¿James, quieres explicarte? – lanzó con rudeza. Casi ni había notado cómo Pitch le miraba hambrientamente, como a punto de saltarle a la yugular, pero solo estaba quieto. Al igual que Hans y Gothel, esperando el momento de atacar.

– Y– yo…

– Él no tiene nada que explicarles. ¿O no, James? – Gothel canturreaba y seguía con su juego. Disfrutaba ver cómo las venas del cuello de Jack se inflaban como un tronco, el sudor que acometía a Elsa y el desconcierto de James.


– Y- Huh… –  James no conseguía responder. No entendía.

– ¡James! – Jack se enfurecía más y más. –  ¡Dime que no eres una maldita rata traidora! No comprendo, ¡acaso conoces a estos tipos!

– N- no…

– James, diles. – insistió Hans, sonriendo socarronamente.

– ¿Decirles qué? – confesó el granjero.

– ¿Qué está ocurriendo? – se oyó la voz de Elsa desde el fondo de la habitación. –  ¿James?

Tantas preguntas, tantas malinterpretaciones, tanta confusión; James estaba por detonar cual bomba y no conseguía siquiera oír la voz en su mente.

– ¡James! – le apuró Jack.

– ¡Y- yo no los conozco! ¡De verdad, deben creerme!

– ¿Por qué lo haría? Esta anciana parece conocerte. ¿Puedes explicarme qué está pasando? – Jack apretaba de tal forma los dientes que podría hasta cascar nueces con ellos.

– Tampoco sé que pasa ni qué traman pero–

– Basta de chacharas. – le cortó Gothel.  – Si no haces lo que acordamos, James…–

– ¡Pero no acordamos nada! Ni siquiera– No sabía si llorar o saltar por la ventana. Vio un rápido atisbo de su reflejo en un espejo por detrás de Jack; estaba pálido.

– Bien. – espetó la bruja con rudeza, frunciendo el ceño, y alzó la mano para hacerle callar. – Estas con nosotros o en contra.

¿De qué rayos hablaba?

– ¿Qué? – Elsa todavía estaba pasmada.

– ¡JAMES! – sermoneaba el Guardián.

– ¡QUE NO ESTOY CON ELLOS! – intentó explicarse. Para colmos, estaba perdiendo la confianza de sus amigos. Podía verlo en sus ojos en la penumbra. Sus neuronas hicieron pronto sinapsis y pudo sospechar si esa no era una treta, una estrategia para dejarlo en desventaja. Poner a sus amigos en contra. Otra idea más distante era que tal vez había estado en un trance mental todo ese tiempo y había tenido una doble vida entre dos mundos como secuaz del mal, granjero y una estrella de la música con peluca. Aunque el primer pensamiento era más probable.

– Entonces es así. – Gothel le recorrió con la mirada con aquella sonrisa ladeada y socarrona que había forjado desde que lo vio atravesar el umbral de la ventana. Tal cual como el plan. –Pitch, Hans. Encárguense.


El caos se desató en esa pequeña casa en la cima de la torre. Chorros de luz negra atravesaban el lugar, lanzadas con ponzoña por Pitch hacia los intrusos a diestra y siniestra. James se ocultaba tras muebles que luego eran arrojados a otra parte y tenía que encontrar otro escondite de los ataques y de Hans que le seguía, espada en mano y él con su estúpida hacha.

Por otro lado, Jack le hacía frente a Pitch Black, devolvió golpes y bloqueó centenares de rayos que veían hacia él, congelándolos en el lugar, suspendidos en la nada para luego caer en pedazos. También, frenaba las embistas y espadazos que iban hacia James, fuese un traidor o no, aunque estuviese furioso con él o no, no iba a dejar que lo hicieran polvo. En especial, porque a Elsa no le gustaría, y para rescatarla, debían trabajar juntos. 

Pero a veces, Jack no era tan rápido y los ataques le apaleaban haciéndole trastabillar o volar por los aires mientras intentaba avanzar hacia Elsa al fondo del terreno.

Ella se removía como loca para intentar ayudarlos, pero de nada servía. En eso, unas huesudas y débiles manos envolvieron alrededor de su boca un trapo que amortiguaba sus gritos. Gothel tomó sus cadenas e intentó arrastrarla escaleras arriba. A pesar de quedarle pocas fuerzas, eran suficientes para tironear de la Reina.

James vio cómo se llevaban a Elsa a otro lugar en la oscuridad del final del lugar, a la vez que forcejeaba por librarse con ojos como platos por la batalla que se desataba en el vestíbulo. Él burló con mucha suerte unos rayos y picos filosos de material oscuro que volaban con extrema precisión, aprovechó que Pitch y ahora también Hans estaban entretenidos con el Guardián que oponía la mayor resistencia y desafío y de vez en cuando les hacía un bailecito burlón, sacudiendo el trasero para ver si le podía atrapar. Jack era rápido, pero los enfurecidos hombres también.

Cuando estuvo casi frente a frente con la bruja y la Reina, separados por el barandal de la escalera de madera, apostó a su suerte y arrojó su hacha poco intimidadora a la cabeza de Gothel.

Esta la esquivó y el daño producido solo fue un insignificante corte de cabello a la vez que el hacha quedó clavada en la pared, a centímetros de ella. Ni bien unos mechones blancos  enrulados fueron rebanados por el arma, cayeron al suelo y se deshicieron hechos ceniza. James no entendía a qué se debía ello, y en esa desconcentración, la bruja quitó el hacha incrustada y la batió a la altura del cuello del muchacho. Elsa había sacudido las cadenas que aquella cogía en el momento preciso, haciendo que Gothel fallara en precisión y dándole a James tiempo para agacharse y tomar la mano que sujetaba su hacha. La arrebató del agarre de la bruja, fuerte y lánguido a la vez. Mientras la arpía rugía, corrió para bordear la escalera y poder trepar los pocos escalones que tenían de diferencia.

James aferró el brazo de Elsa y su cintura, todavía encadenada, y jaló. Gothel hacía lo mismo pero haciendo fuerza del lado contrario, hacia arriba de las escaleras.


– ¡James! – gritaba Elsa viendo que Gothel le estaba ganando en pujanza y cada vez ella se alejaba más a su lado.


James no tenía mínima idea de qué hacer, él no se acercaba a un guerrero en absoluto, pero lo que se le ocurrió de nuevo fue lanzar el hacha hacia Gothel. ¿Qué otra cosa haría? Hubiese sido un tiro certero a su pecho si un chorro de luz negro no hubiese golpeado el arma, expulsándola  al suelo y haciendo que se perdiera en algún lugar. La batalla entre Pitch, Hans y Jack estaba avanzando hacia donde estaban ellos en las escaleras, y el Amo de las Pesadillas había aprovechado unos escasos segundos para ayudar a su compañera.

Gothel recogió las cadenas y prosiguió tirando. Elsa se acercaba más a ella contra su voluntad, James no podía sostenerla por mucho tiempo, su cuerpo se escurría de sus manos. Entonces, un relámpago de hielo golpeó a Gothel y le hizo caer. La distracción de Jack le costó un corte en el brazo por la espada de Hans. Sin tiempo que perder, James y Elsa corrieron escaleras abajo, con las cadenas arrastrando. James tomó con manos dificultadas su hacha tumbada e intentó cortar aquellas esposas que cubrían las manos de la joven.

– ¡No funciona! – James daba un hachazo tras otro, con sumo cuidado de no cortarle el brazo a Elsa. Las cadenas no se quebraban, ni tenían un rasguño.

– ¡Sigue intentando!

En eso, Gothel se había recompuesto y les había seguido. Intentó lanzarse sobre Elsa nuevamente, pero ella sacó sus manos de debajo del filo del hacha y le golpeó con el duro acero en el rostro. Mientras Gothel volvía a caer, James golpeó el hacha con más fibra y afortunadamente logró romper uno de los grilletes. Elsa se quitó los restos y con una mano liberada, lanzó un rayo de su magia hacia Gothel, pero esta lo esquivó y se alejó hacia una pequeña mesita de roble con cajón. James continuaba poniendo su esfuerzo en la otra esposa pero no cedía.

– ¡Jack, cuidado!

Elsa se enfocó esta vez en el acometimiento del otro lado de la casa. Lanzó uno que otro golpe a Hans y a Pitch cuando estos acorralaban a Jack, para darle un pie a continuar con su defensa y distracción. James alzó la mirada de la cadena y su hacha en el momento en el que Gothel se ensalzaba sobre ellos, a espalda de Elsa con una daga en alto.

– ¡No! –  En un acto reflejo, tiró de ella a un lado. El filo de la daga tajó el aire y un poco del hombro de James. Corrieron lejos de la bruja hasta que se toparon con la pared, sin salida; Elsa se volteó y creó una barrera de hielo para separarlos de Gothel el tiempo suficiente para poder cortar el otro cepo. No les alcanzó.

Gothel había invocado una bola de fuego de color sombrío y lo arrojó hacia la pared de hielo sólido, abriendo un gran hueco en él. Con su mano libre le disparó más picos de hielo, barreras del tamaño de un rinoceronte que avanzaban hacia ella, pero Gothel los esquivaba todos a pesar de lucir de una centena de años.

La esposa restante se quebró y cayó al suelo. Elsa estaba lista para unirse a la batalla. Efectivamente, pudo sofocar los ataques de la bruja y a la vez ayudar a Jack con su propia lucha. James mientras estaba detrás de ella, sin mucho que hacer.

Jack mientras volaba por los aires cual ave, desviando los hechizos y contraatacando hasta que un golpe certero de Pitch le hizo caer al suelo. Ni bien se incorporó, tenía en su frente la hoja de una filosa espada. A continuación sintió un horrible dolor producto de chorros directos de magia negra por todo el cuerpo. Al verlo desde lo alto, la perspectiva de los dos malhechores, Jack parecía un rábano arrullado e indefenso. Aquellos, se tomaron su tiempo para lastimarlo.


Elsa y James se percataron de aquello y fueron a su rescate, excepto por James quien fue tomado por sorpresa a último momento y retenido por Gothel. Ella le golpeó  cercano a la nuca con lo que parecía un barrote, que bien podía ser la pata de una silla hecha añicos. James quedó aturdido, al borde de la pérdida de conciencia. 

Para entonces, la muchacha estaba en medio del camino, entre Jack y James en problemas. Ambos necesitaban su ayuda, pero Elsa no contaba con el tiempo suficiente o la capacidad de dividirse para ayudarlos. Pero ella era la Reina de las Nieves, no por nada. Era poderosa, sobre todo si se trata de seres queridos. No hay barrera que ella no pueda saltar, pasar por debajo, o destruir, en este caso.

De su pecho hizo crecer una tormenta, y de sus manos extendidas a sus costados, se libró con una gélida violencia de hielo y nevisca, congelando suelos, paredes, expulsando a todos fuera de combate. Solo ella pertenecía en pie. Nunca antes había provocado algo tan masivo y poderoso, no hubo ser que no haya quedado sorprendido, incluso asustado. La conmoción no le detuvo para ir a buscar a los chicos.

– ¡Jack! ¿Estás bien? – dijo mientras le ayudaba a levantarse luego de tales golpizas que recibió. Inspeccionó fugazmente con la mirada en busca de heridas mayores. Una débil sonrisa aliviada de Jack le calmó la inquietud.

– Un poco machacado. ¿Tú?

– He estado mejor. – pudo sonreír, aunque sea un poco. No duró mucho. Se ladeó para ayudar a James al otro extremo a recomponerse.  Este no perdió tiempo, confuso y sumido en la conmoción, James sintió que tenía mucho que explicar y que posiblemente, y por cómo le miraba Jack, ellos no le creían. Una idea un tanto estúpida.

– Elsa, te juro que yo no–

– Luego me explicas. Tenemos que–

– No van a ningún lado. – rugió Pitch iracundo al ensalzarse  junto a los otros de su brusca caída. Todo ocurría muy deprisa.

No les dio oportunidad de responder cuando una lluvia de distintos arremetas azotó al trío. Los tres cayeron, la triste arma de James voló para un costado y arrastrándose intentó alcanzarla cuando una espada se clavó a su lado, de no haber reaccionado le hubiese atravesado las tripas. Hans, con una mirada maniática, repetía sus golpes. Fallaba por muy poco y terminaba clavando su espada en el suelo.

A la vez, Jack y Elsa disparaban contra Pitch, su mayor amenaza, pero eran golpeados por Gothel a sus espaldas, haciéndoles perder el hilo de su ataque que pronto retomaban. James pudo obtener su arma y frenar el golpe de Hans. El filo clavado en el mango de madera vieja. Con fuerza, lo empujó hacia atrás y James arremetió hacia el Guardián y la Reina.

Fue entonces que,  en el instante que Gothel iba a apuñalar a Jack, quien estaba de espaldas en su danza de lucha a muerte, a James se le encendió la luz roja de emergencia. Corrió sin pensarlo hacia la aterradora bruja para detenerla. Ella se lo sacudió de encima con violencia, pero él, luego de varios intentos fallidos,  clavó su tonta hacha en su arrugado y huesudo pecho también por la espalda. Un grito de dolor les hizo a todos estremecerse y congelarse en el lugar.

No hubo sangre siquiera, sino peor. Los años vinieron uno por uno a llevarse a la mujer que los había estado evitando, en contra de las leyes naturales. Su melena se tornó de grisácea a puro blanco. Su piel, a corroerse y mancharse. Elsa aprovechó para congelar el suelo bajo los pies de la anciana que se retorcía bajo el peso de la edad. Esta resbaló y se tambaleó contra el apoyador de la ventana. Y cayó.

Pitch y Hans gritaron de pura cólera hacia James. Jack fue el único en acercase por la entrada para ver a Gothel caer junto con las telas de su capa zarandeándose para después desplomarse en el suelo sin rastros de un cuerpo. Solo cenizas.


Gothel estaba muerta.


Para infortunio de los tres héroes, aquello no significaba que la venganza y el plan lo estuvieran también. Oh no, todo lo contrario. Con más furia que cualquier otra cosa, Pitch Black asaltó contra Jack, Elsa y James en un mismo combo, sin piedad. Un tiro a muerte. La resistencia de Jack y Elsa, una barrera de hielo, no duró un segundo cuando se desplomó.

Vieron del otro lado de los añicos cómo un ejército de pesadillas los acorralaba en un círculo. Estas eran sombras casi demoníacas de distintas formas, una más escalofriante y horrenda que la otra. Hambrientas de temor y listas para probar la sangre. Les golpearon, bloquearon sus intentos de escapar, rasguñaron, tumbaron. Era peor que un ejército contra uno. 

Los chicos y la joven caían como moscas y les costaba cada vez más levantarse y enfrentar los golpes. Se sentía como estar en medio de un huracán, con sombras arremolinándose alrededor del círculo, y de a ratos lograban cegarlos.

Con un dolor más interno que el que sentía por fuera, Jack pudo ver cómo sus intentos por proteger a Elsa eran en vano ya que esta recibía la peor dosis de sufrimiento. Odiaba verla sangrar, caer, aullar, ser rasguñada y poder hacer poco al respecto aunque siempre ponía su propio pellejo después del de ella. Inclusive James intentaba resguardarla de las bestias que le atacaban, padeciendo más dolores que por el contrario.

A final de cuentas, estaban perdiendo. Más y más hordas de pesadillas sumergían inquietantemente de la magia de Pitch Black. Jack jamás se imaginó que él fuese capaz de semejante poder. La pequeña morada estaba casi cubierta en sombras y no podían ver a Pitch o a Hans, ni siquiera sus pies, dentro de aquel redondel que se estrechaba cada vez más.

Supo en ese momento que jamás ganarían la batalla. Elsa se sentía desvanecer e incapaz de defenderse, James seguía en pie aunque no duraría. Entonces, Jack y James compartieron una mirada significativa, valía más que mil palabras. Sálvala. Fue el granjero quien tomó la iniciativa, golpeó unas cuantas pesadillas y tomó a Elsa del brazo. Tiró y corrió hacia la salida, sujetándola, antes de que ella pudiese reaccionar. Jack les siguió de cerca, reguardando las espaldas de los tres.

Las criaturas enemigas se multiplicaban en dirección a donde ellos iban, y para colmo, con sus enormes garras intentaban sujetarlos e impedirles avanzar. Jack por poco podía encargarse de quitárselas de encima. La ventana estaba ya a unos pasos de ellos. Hasta que James sintió decenas de manos encarcelando sus pies, y antes de caer y llevarse a Elsa consigo, la empujó hacia Jack.

-¡Llévatela lejos! – Él no podría sacarla de allí si no podía librarse de las pesadillas.

Había sido todo muy rápido. Jack alzó a Elsa en sus brazos  pero antes de salir volando por la única salida, con la punta de su bastón golpeó las manos oscuras que agarraban a James.  Igualmente lo sujetó del brazo. En un rápido instinto y sin un segundo que perder, atravesó la ventana con el fin de rescatar sus tres traseros de la misma muerte, por lo menos por el momento. Un segundo más tarde, estaba afuera, a salvo y con escasa diferencia, aplacado. Hasta que sintió un peso menos.

El agarre de James había resbalado, tironeado por innumerables garras que lo atrapaban y él cayó sobre las oscuras manos supernaturales. En un santiamén, las pesadillas se desvanecieron cual humo.

Pero Jack no pudo verlo. Tampoco pudo dar marcha atrás o siquiera mirar la expresión de terror de James abandonado en la casa con Hans y Pitch por la velocidad en la que  había emprendido su huida.

– ¡NOOO! – aulló Elsa centésimas después de dejarlo atrás. Jack no se detuvo. – ¡Jack, James se– !

– ¡Lo sé! – dijo alzando asimismo la voz frente a la correntada de viento que traspasaban a máxima velocidad. – Pero no podemos volver ahora–

– ¿Qué? ¡No, detente! ¡Tenemos que volver por él!–

Viendo que Jack hacía oídos sordos, Elsa comenzó a golpearle, sin mucho efecto. Una cosa llevó a la otra, e hizo aparecer una enorme barrera de hielo del suelo, de metros de altura lo suficientemente precisa para cortarles el paso. Jack tuvo que frenar antes de estrellarse contra ella, pero no soltó su fuerte apriete de Elsa. Menos que menos calmó el enojo.

Ella mientras lloraba y se extendía por intentar regresar a la torre en su escondite que habían dejado atrás pero no por mucho. A Jack le rompía el corazón verla destruyéndose, pero tenía una idea fija. Protegerla a ella con la vida. No iba a volver a las fauces de un lobo en ese momento, no sin ayuda o un plan mejor.

– ¡Tenemos que volver! ¡Jack, regresa! ¡Le van a matar!

– Elsa, es muy peligroso. –  

– ¡Hay que volver!

– Elsa. Elsa, escúchame. – le sujetó de los hombros y habló con tosca firmeza, tratando de hacerla callar y entrar en razón. Pero ella parecía una niña a la que le habían sacado su dulce favorito. Ni bien se le cruzó la cabeza, Jack se castigó por tener semejante idea en una situación desesperada. – No podemos volver, nos van a matar–

– DÉJATE DE ESTUPIDECES ¡TENEMOS QUE VOLVER! – Elsa estallaba de la rabieta. ¿Cómo podía hacerle esto? ¿Dejar a James atrás?  –  Entiendo que él no te agrade, pero es mi amigo. ¡Y se suponía que debía protegerlo!

– También quiero ir, pero no si eso supone arriesgar tú vida, Elsa. Tuvimos suerte de haber salido.

– MI VIDA VALE LO MISMO QUE LA SUYA, NO PUEDES OBLIGARME A DEJARLO ALLÍ.

-¡No te estoy obligando, quiero que entres en razón! ¡Es un suicidio!

-¡REGRESA! TE LO ORDENO, JACK.

Jack no soportaba los agudos chillidos que resonaban junto a su oreja, por lo que su tono fue igual de fuerte y grave.

– ¡ELSA TÚ VISTE LO QUE NOS HICIERON! POR POCO MORIMOS, MALDITA SEA.

– NO VAMOS A DEJARLO, JACK. ¡JAMES NOS NECESITA!

– VAS A LOGRAR QUE NOS MATEN. ¿NO VES QUE QUIERO PROTEJERTE? – su agarre le estaba haciendo daño, aunque no se habían dado cuenta ninguno de los dos. De a poco se fue aflojando. Jack no quería ceder, era la vida de Elsa la que más importaba, y cuanto más se alejara de aquel infierno más a salvo podía estar. Él podía volar horas y horas hasta llegar al otro lado del mundo con ella con tal de alejarla del peligro. No tenía la suficiente fuerza como para enfrentarse con Pitch y Hans por sí solo. Tenían suerte de haber salido.

Elsa también fue relajándose en dosis razonables. Pero no iba a aquietar su fiera interior.

– No soy una niña. Puedo hacerlo sola también. Pero James no. Él no cuenta con nadie más que nosotros. Y si no volvemos a rescatarlo ahora, lo matarán. ¿Quieres que viva toda la eternidad culpándome por su muerte? ¿HUH?  Entonces si quieres protegerme, vuelve. – su intensa mirada podría atravesar a cualquiera. - O te noquearé en este mismo lugar, caeré diez metros hasta el suelo e iré yo sola. A ver qué tanto puedes protegerme así.

Whoa. Un seco y atónito Whoa.

Jack no se lo había esperado. Las palabras se sintieron como una cachetada con una tabla con pinches. Atiborrado de exasperación y enojo, Jack comprendió que no podía decir que no. Porque ella era tan cabeza dura, irracional, terca… valiente y con un corazón dorado que quería volver al mismo averno con tal de amparar a su amigo. Porque Elsa jamás lo dejaría en pos, y Jack tenía que tragárselo tanto como a su orgullo aunque supiera a orines. 

– Tu batalla es mi batalla. No vas a hacerlo sola. – a pesar de sus bellas palabras, su tono había sido amargo. No quería ceder, pero no tampoco tenía opción. De mala gana y contra todo principio, sujetó a Elsa más fuerte como si pudiese simplemente fundirla contra su piel para que esté a salvo. Piloteó con cara de pocos amigos y dientes apretados hacia la torre, por más que supiese que Elsa le miraba en una mezcla de terror y sano orgullo. Llegó al prado bajo los ladrillos apilados, allí arriba estaba la pequeña casa, y depositó a Elsa en el verde pasto. Aunque poco tenía de verde. Más bien parecía gris, al igual que la bruma, y el cielo que teñía las emergentes luces del mismo color.  – Quédate aquí.

Jack sobrevoló encabezado al cielo nublado, pero antes que pudiera entrar por la ventana y rescatar al granjero, una nube oscura salió de esta, obstruyó su visión y cayó sobre él cual cascada. Caía junto con la fuerza de la correntada. Fue lo suficientemente resuelto para alejarse de la cascada que descendía hasta el suelo y proseguir suspendido en el aire.

Desde abajo, Elsa podía ver cómo, cuando la cascada tocó el suelo y desapareció, se desempolvaron dos figuras que le hizo perder el aire de los pulmones. Pitch y Hans estaban a pocos metros de ella, aunque lo peor de todo era sin embargo lo que Hans llevaba en su mano.


Su espada cubierta en sangre.


– ¡NOOO!–  su bramido desgarró su garganta. Sin saberlo, ya había comenzado a bombardearlos con picos de hielo, la mayoría daban en el blanco y otros rebotaban por la maldita precisión defensiva de Pitch. Jack voló de regreso a la ayuda. Sintió el mismo escalofrío al ver la espada ensangrentada de Hans. Este sonrió satisfecho, estaba esperando esa reacción.

No debían demorarse mucho con estos dos, James debía estar en problemas… O peor.

Aunque, Elsa pensó, podría tratarse de otra retorcida mentira, algo que les hiciera a ambos derrumbarse. Se negaba a pensar que James estaba muerto.

No obstante, el Guardián y la joven se vieron sometidos al mismo calvario previo. Hasta podría decirse peor. Las pesadillas le superaban en número a la milésima, y ellos eran solo dos. Súper poderosos, pero dos en fin. No había muchas posibilidades.

Yo dije que no debíamos volver, se repetía Jack en su mente mientras reducía a escombros a las alimañas que se le venían encima y otras corrían en reemplazo. Resguardando y apoyada contra su espalda estaba Elsa, quien se defendía como podía de Hans que trataba de internar su arma en ella. La lucha parecía interminable, pero en cuanto llegara a su fin, podían tener la certeza de que Jack y Elsa no saldrían de allí con vida.

Sus pensamientos cambiaron relativamente cuando de pronto, de la nada una línea de fuego cruzó los aires y calcinó una gran cantidad de pesadillas. En el cielo gris, pudieron ver sorprendidos un par de alas negras de murciélago. Chimuelo daba la vuelta en dirección contraria para rehacer su ataque hacia otra línea de aquel ejército. Hizo esto varias veces, dibujando un cuadrado mientras volaba, hasta que descendió junto Jack y Elsa. Los otros dos jinetes eran  nada más y nada menos que Mérida y Hiccup.

– ¡Hiccup, Mérida! ¿Cómo…? – Elsa no podía hablar mucho entre la guerra en la que estaban metidos en el medio.  Sin olvidar que perdiendo olímpicamente. Solo que quizás con la llegada de sus amigos podrían tener una esperanza de ganar.

Mérida fue la única en descender del lomo de Chimuelo mientras este arrojaba bolas de fuego a las bestias que intentaban acercarse a ellos.

– Escuchamos horrorosos ruidos desde los aires provenientes de aquí ¡Los estábamos buscando por todas partes! Aunque me gustaría saber en qué se metieron. – dijo sarcástica debido a una repentina felicidad de haber encontrado una parte de su grupo luego de desesperados minutos, u horas, no sabía. Aunque un tanto ajena a lo que se desarrollaba a su alrededor. Clásica Mérida.

– Creo que es bastante obvio. – Jack golpeaba en el hocico a lo que parecía un león deforme y horrendo y este se deshacía en la hierba.

–¡No hay tiempo para explicarles, pero necesitamos su ayuda! – Elsa lanzaba chorros congelados a todas partes, dando siempre en el blanco.

– Suerte que llegamos. Y suerte que traje esto. – Mérida desenvainó el arco de su espalda y unas cuantas flechas que habían pasado a buscar en el campamento en cuanto Hiccup recobró la conciencia. Antes de que pudiesen pestañear ya estaba unida en aquella guerra, matando unas cuantas pesadillas y gritando eufóricamente como maniática.

– Les daré una mano desde arriba. – Hiccup y su dragón remontaron vuelo y siguieron con su táctica de incinerar magia oscura a su paso. Estaba armado como un guerrero vikingo con su escudo circular y su casco con cuernos.

En un momento, Mérida alzó un puñado de flechas, apuntando arriba pero sin soltar la cuerda tensa. Fue así que Chimuelo voló cerca del suelo, lo suficiente para coordinar y encender en llamas las flechas. Estas volaron y cayeron sobre los enemigos. El fuego se contagiaba con las criaturas que tenían cerca y poco a poco se calcinaban hasta desaparecer. Luego el fuego era apagado por un fugaz chorro de hielo para evitar un masivo incendio. Cada vez quedaban menos “soldados” oscuros, pero de la misma forma volvían a surgir.

– ¡No está funcionando! – advertía Hiccup.

– No es una novedad. – comentaba Jack, serio y concentrado. Podía jurar que había un poco notable menor número de pesadillas. Pero estos volvían a surgir.

–¿De dónde salen esas cosas? – preguntó Mérida.

–Pitch Black, él las crea y controla.

–¿Quién?

Jack rodó los ojos.

–Un tipo vestido todo de negro y de piel grisácea.

–¿Y dónde está?

–No sabemos. Tal vez detrás de esta masa de cosas. – respondía Elsa, atareada.

– ¡Ya sé! Tengo una idea. – a Mérida se le habían prendido las luces. –  ¡Jack, Elsa, ustedes resistan un momento solos!

Chifló para que Hiccup oyera la señal, alzó una mano y al segundo siguiente se sostenía de las patas de Chimuelo con los pies en el aire. Trepó un poco para que Chimuelo le sujetara de los hombros y así poder preparar su arco. Hiccup direccionó al dragón a donde ella le decía y pudieron ver a Pitch mientras hacía florecer más grupos de ejército. Igualmente al ex príncipe quien combatía contra Jack esta vez y casi logra partir en dos su bastón de madera.

Mérida tensó su flecha y disparó contra Pitch. Un tiro perfecto si tan solo la criatura no lo hubiese bloqueado al verla. Para sorpresa de la escocesa y el vikingo, la flecha frenó a centímetros de su pecho, se dio la vuelta y salió disparada hacia la cabeza de Mérida. Por poco impactó en ella si Chimuelo no hubiese ascendido.

Giraron en U. Y volvieron a arremeter, pero una ola de lo que fuese que fuera lo que el Señor de las Pesadillas creaba y les arrojaba a alturas impensables les aporreó. Chimuelo soltó por accidente a Mérida, ella gritaba de terror al caer. Antes de besar el suelo fue sujeta por una fuerte mano. Hiccup le ayudó a subirse y ambos montaron al lomo del dragón, cuidando sus espaldas de otras pesadillas y disparando flechas y bolas de fuego.

– ¿No puedes hacer que esta cosa valla más alto? – le gritaba a Hiccup, a pesar de tenerle adelante, luego de casi caer al vacío reiteradamente.

– ¡La cosa se llama Chimuelo! – dicho esto, tiró de él y empujó el pedal de la montura hacia abajo para que Chimuelo pudiera subir en línea recta. Mérida tuvo que sujetarse con fuerza.

– ¡No me refería tan alto! ¡No podemos disparar desde aquí!

– ¿Es que a ti nada te convence? – refunfuñó Hiccup. Volvió a presionar el pedal haciendo que el animal descendiera esa vez en picada.

Mientras sobrevolaban a bajo nivel, Hiccup sintió algo filoso incrustándose en su hombro, un punzante ardor del que comenzó a brotar sangre. Mérida se alarmó por su alarido y al verlo, pudo ver cómo Hans desenterraba de la carne de Hiccup su espada de la espalda del vikingo, y luego este se volvía pequeño cuando Chimuelo volvía a tomar altura cual rayo. La escocesa se crispó hasta que su rostro se confundía con el color de su pelo.

– ¡MALDITO SABANDIJA! ¡COBARDE QUE ATACAS POR LA ESPALDA! A VER CÓMO TE SABE ESTO. – no se lo pensó y disparó una de sus últimas flechas bajo el hueso del hombro de Hans y cercano al corazón. No moriría, posiblemente, pero sí dolería. Y mucho. Hans cayó de espaldas y se arrastró lentamente lo más que pudo fuera de la lucha.  Aunque no llegó muy lejos.

Hiccup mientras se encorvaba del dolor.

– ¿Te hirió mucho?

– No, estaré bien. – con su mano libre sostenía su hombro dañado a la vez que pretendía pilotear el dragón.

– ¿Quieres que conduzca? – no precisó réplica, porque allí mismo, con el viento golpeándoles de lleno, caminó en el lomo de Chimuelo hasta sentarse tras su cabeza. Hiccup le dio lugar a la maniática conductora y se quitó la remera para atarla alrededor de su pecho y cubrir la contusión.

Para Mérida no había sido suficiente piedad. Un aullido de dolor masculino atravesó el ruidoso ambiente. Hans caía al suelo con una flecha atravesada en su otro brazo. Su espada yacía muerta a un costado. Elsa, al verlo caído se abrió paso como pudo hacia él y lo pudo encerrar en un sólido témpano de hielo en el que difícilmente pudiera escapar, y si tenían suerte tal vez muriera desangrado o de hipotermia allí dentro. Tomó la oportunidad también de ver su perverso y derrotado rostro arrugarse al ver cómo ella encerraba su espada en otro grueso atabal de hielo apartado. A ver cómo la quitaría de allí. Elsa se sonrió con ironía.

Esta vez, Pitch fijó su atención en los jinetes y el dragón que disminuían el número de su milicia. Les dio con todo su arsenal. Logró derribarlos varias veces pero siempre se las empeñaban por quedar de pie, más bien en el aire.

–Oigan necesitamos una mano. – gritó Mérida cuando Chimuelo estuvo a baja altura otra vez. – Estamos en una especie de aprieto, ¡WHOA!

–¡Jack! – le llamó Elsa. Él comprendió el mensaje y voló hacia ella, la alzó y voló para reforzar a sus amigos.  Elsa mientras atacaba a las masas que se elevaban junto con ellos.

–Hijo de… ¡¿ESAS COSAS TAMBIÉN VUELAN?! – refunfuñaba el Guardián. A su vez, planeaba para alejarse de ellos que por poco les pisaban los talones.

Por fin, fue que la balanza se movió un poco a su favor. Chimuelo y Jack volaron en direcciones opuestas, en velocidad sincronizada hasta que su vuelo se volvía unir como trazando el final de una O. Y ahí estaba Pitch Black, recibiendo primero un duro golpe de un dragón que se le tiraba encima pero no pudo recibir más que baba caliente porque pudo esquivar la bola de fuego que se aproximaba. Sin poder recomponerse, vino el golpe de Jack y Elsa unidos.

En desacorde al plan, Elsa se libró y saltó de los brazos de su Guardián y cayó a una distancia razonable. Batalló cara a cara con Pitch Black; las pesadillas habían desaparecido cual humo, solo eran chorros negros contra los de hielo. Pronto, se unió Jack, a quien no le gustaba nada la idea de que se haya arriesgado así, y a la vez le pareció admirable. No pretendía decirle nada al respecto.

Desde por encima de sus cabezas, numerosas flechas caían sobre Pitch, hiriéndole pero no tanto. Pero era Elsa quien lograba ponerlo de los nervios. De alguna forma, había desatado toda una tormenta imparable en sus adentros, y en cada ataque esta era desatada con poderío, como si hubiese descubierto su potencial en su totalidad y lo estuviera descargando contra aquel ser.

A cuenta gotas se podría asimilar, Pitch fue debilitándose. Tantos ataques de los que defenderse y contraatacar, por arriba y por abajo, le hacían perder el hilo de aquella batalla. No podía encargarse de las cuatro personas más el animal y crear sus pesadillas a la vez. Odiaba pensarlo, pero le estaban dando vuelta su jugada.

Aprovechando esto, Mérida y Hiccup descendieron a tierra.  Chimuelo era más preciso y efectivo para escupir fuego desde el suelo. La situación se inclinaba cada vez más a su favor. Podrían ganarle al Señor de las Pesadillas... Si tan solo fuese tan fácil.

¿Cómo derrotar al Boogeyman? ¿Cómo hacerlo cuando él es la personificación del miedo, y este siempre existirá? No importa qué tan valiente seas, el miedo vivirá. Por lo tanto Pitch Black es… indestructible, porque ¿cómo destruyes el miedo? ¿Con coraje? No es suficiente cuando el aquel en carne y hueso te dispara a matar. Tiene que haber algo más… pensaba y recalculaba la Reina.

Recordó entonces una vez que su padre le había dado un consejo que jamás pensó más útil. Entierra tus miedos. Claro, había sido un pésimo consejo para la pequeña y sensible Elsa. Con enterrarlos, solo lograba que crecieran y perdiera el control de los mismos y de ella. Hasta que creció, con la suficiente madurez y personalidad para afrontarlos. Y este era el momento de enterrar sus miedos de una vez por todas.


El miedo es como un ladrillo. Puedes construir una casa o hundir un cadáver. La frase no tenía mucho sentido para la situación, pero Elsa se lo daría.


–Tengo un plan. – anunció ella, haciéndose oír por sobre el sonido de la guerra pero lo suficiente para que Pitch no le oyera. – ¡Hiccup, has que Chimuelo profundice aquel pozo y que caliente la tierra de la pared para solidificarla! – señaló a una irregularidad no muy profunda de aquel terreno a su diestra.

El vikingo obedeció y despegó con rapidez hacia el lugar indicado, sin comprender mucho la idea. Chimuelo mientras rasgaba la tierra como hacen los perros y escupía exhalaciones de plasma. Se tomaron su tiempo, aunque apresurados, hasta que sospecharon que era suficiente de profundidad. Indudablemente, el ahora más recóndito hoyo tenía su superficie dura cual roca. Salieron de allí pronto, agitando alas con dificultad por el estrecho, y volvieron con Elsa y los demás.

– ¿Y ahora qué?

–Tenemos que hacer que Pitch caiga allí. Lo encerraremos luego por arriba, así no podrá escapar.

– ¿Ese es tu plan? – indagó Hiccup incrédulo, casi alborotado. – ¿Planeas derrotarle así?

– ¿Qué otra opción tenemos, Hicc?

–Elsa, ¿estás segura de que funcionará? – preguntó Jack dando golpes con su bastón, no muy convencido.

–No… Pero no perdemos nada con intentarlo. ¡AHHH! – un golpe certero de Black en su abdomen  fue suficiente para hacerle trastabillar.

– ¡Elsa! ¿Estás bien? – Jack le devolvió el golpe  con furia y flotó hacia ella, ayudándola a incorporarse. Ella se resistió al dolor.

–Estoy bien. Debemos hacerlo… ahora que lo tenemos… débil. – Elsa respondía con esfuerzo por el malestar cincelado.

–Entendido. Todos, hay que acorralar a Pitch en dirección al Oeste. ¡Vamos!

Mérida, Hiccup y hasta Chimuelo acataron su orden y asediaron en un medialuna a la criatura tenebrosa. Por supuesto, Pitch no era estúpido, sabía que algo planeaban pero no había podido ver el pozo de unos cuantos metros que se encontraba a unos pies de distancia detrás de él.  Les disparó una y otra vez,  Mérida caía y se levantaba para seguir, Jack sufría cortes, pero avanzaba al igual que Chimuelo y su jinete. Elsa tampoco se quedaba atrás, sus ropas eran arruinadas y asimismo recibía duros porrazos. Pero seguía. Porque temían y está bien temer. Eso significa que harás algo muy, pero muy valiente a continuación. Porque el miedo no te derrumba; te despierta.

Un suelo resbaloso de Jack, un flechazo que zumbó su oreja, una bola de fuego que le hizo saltar y un tiro certero de Elsa fueron suficientes para hacer a Pitch tropezar y desplomarse en el pozo.

– ¡Jack, ahora!

Ambos se apresuraron por rellenar el borde de aquella trinchera con una gruesa capa de hielo que se iba superponiendo hasta que sería imposible de romper. Pitch intentaba escapar pero el hielo se formaba tan rápido y lo acorralaba al final de aquel oscuro pozo que era imposible escapar. Faltaba el aire, el espacio era muy angosto. Y por primera vez desde los comienzos de la existencia, tuvo miedo; porque por primera vez le habían derrotado. ¿Qué es mejor que hielo y temor? Una injusta ironía del universo, usar su razón de existencia para retorcerlo y derrotarlo a él. Y había funcionado.

– ¿Eso es todo? ¿Le vencimos?  –  Mérida, seguida de Hiccup, Jack y Elsa se asomaron para ver aquel pozo totalmente congelado. Entre la distorsionada superficie helada se podía apreciar en el centro una mancha oscura e inmóvil. La prisión helada era tan sólida que se necesitaría una horda de dragones escupe fuego para derretirla.

Los hombros de los presentes se destensaron de frescamente.

Pitch estaba fuera de combate, demolido en otras palabras. Hans, posiblemente muerto, o muy herido. Pero la guerra no había acabado. Había personas que encontrar, que podían estar en problemas. Y una de ellas lo estaba.

– ¡Jack, hay que ir a por James! – tal vez por la conmoción, o la desesperación, a Elsa le picaban las lágrimas en los ojos. O quizás era por lo que temía que podría pasarle. Se le podrían ocurrir miles de maneras en la que aquellos viles seres pudieron haber torturado a su pobre amigo.

Jack no tardó un segundo, con su rostro tornado en una máscara de preocupación, tomó a Elsa por las piernas y voló a la torre nuevamente. Él tampoco sabía con lo que se podría encontrar allá arriba,  no estaba seguro en que le agradaría.

Estaba oscura, más de lo normal, excepto por los escasos rayos que atravesaban la ventana. No podían ver a James por ningún lado mientras sus ojos se acostumbraban a la negrura. El Guardián encendió en su mano un cristal de hielo que irradiaba luz suficiente para escrutar la casa en busca del granjero. Fue entonces que Elsa lo vio, de espaldas desparramado en el suelo al fondo del lugar. Se abalanzó sobre él, moviendo su pesado cuerpo boca arriba. Elsa tuvo que cubrir su boca para ahogar un grito. Como sus tremebundas sospechas clamaban, la sangre en la espada de Hans sí era suya, no era un truco. James estaba herido con la mitad de su abdomen atravesado. Se desangraba.

– ¡Oh, no! ¡James! – Elsa se horrorizó. James tenía los ojos sellados, su tez tostada era casi blanca, y su ropa, salpicada por el gran charco de sangre que le rodeaba. –  ¡Jack tenemos que hacer algo! ¡No podemos dejar que muera! – lloraba. Acariciaba la cara del joven como si esto pudiese reanimarlo y traerle devuelta consigo. No era así.

Jack no estaba menos espantado por el retrato que tenía enfrente. Sintió una punzada de dolor en su pecho cuando vio a James tendido. Angustia. Y más al ver a Elsa destrozarse por dentro mientras arropaba a James sin saber si seguía con vida o no. Era sinceramente el peor dolor posible, ver a quien se ama romperse en pedazos. Peor que ser torturado, peor que pelear en una guerra. No era algo que rompía el corazón, sino que se sentía hasta los huesos.


No podía dejarla hundirse y ahogarse en su propio lamento.


– Elsa, Elsa. Escucha. – suplicó. La tomó por los hombros, solo para apartarla un segundo del cuerpo de James. Lo suficiente para que se centrara en sus ojos, un océano donde Elsa pudo encontrar un poco de paz. Solo un poco. – No hay nada que podamos hacer… Pero pensaré en algo, lo juro. No dejaremos que él muera.

– ¡Pero tenemos que actuar ahora! – sus ojos se habían vuelto rojos del llanto desconsolado. –  ¡Se está muriendo! Y todo es por mi culpa…

– No, no. – volvió apartarla hacia él para obligarla a fijar su atención en otra cosa. – No es tu culpa. Tú no lo mataste, fueron Hans y Pitch.

– ¡PERO FUE POR MI CULPA QUE LO MATARON! No debí haberlo traído conmigo al bosque… Debía haberle protegido. Es mi–

– Deja de decirlo. No te permitiré que te carcomas por algo que no has hecho. Enfócate mejor en salvarlo. ¿De acuerdo?

Elsa lloraba y abrazaba la cabeza de James sin consuelo, no lo miraba. Incluso Jack pudo sentir cómo sus ojos ardían y se humedecían. Suspiró, con cuidado de no ser brusco ante el sensible momento. Fugazmente, se le ocurrió una idea que podría salvarle.

– Iré a decirle a Hiccup que busquen por Punzie. Su cabello podrá curarlo.

Una pequeña llama esperanzada brilló dentro de Elsa. Cabe resaltar la palabra pequeña.

– Apresúrate. – se atrevió a mirarlo. – O podría ser muy tarde.

Jack deseó no tener que  haber visto esos ojos tristes, porque esa imagen se quedaría con él el resto de la vida y no podría evitar sentirse como el demonio. Salió disparado al exterior lo más pronto factible, podía sentir cómo el aire en esa vivienda pesaba toneladas sobre sus hombros y su pecho, y no hacía más que estrujar su corazón. 

– James, ¿qué te he hecho? – Elsa posó su mirada en sus ojos cerrados, después en su herida. Era más grave de lo que había vislumbrado a simple vista. Una línea horizontal trazada perforaba casi todo su estómago. Más lágrimas amargas se derramaban. Pero Elsa no tuvo miedo o repulsión cuando colocó su fría mano en la herida, suponiendo que tal vez el frío que desprendía esta podría calmarle un poco el dolor que no podía decir que sentía.

James mostró su primera señal de vida al removerse ante su toque. Con extremado esfuerzo, entreabrió sus ojos para ver lo único que deseaba ver al momento de morir.

– Elsa…

– ¡James! ¡Resiste, Punzie está en camino!

– ¿Ga… ganamos?

– Sí, James. Vencimos. Ahora tú debes hacer lo mismo por mí.

– Lo… Lo siento. Elsa, yo lo siento… Quería protegerte.

– No debiste hacerlo. Yo debía cuidarte, James. No mereces esto. No era tu batalla.

– Sí lo era. En verdad… quería protegerte. – sonrió a pesar del sufrimiento –  Qué bueno que ha funcionado. Podré irme… Sabiendo que protegí a alguien que de verdad me importa.

– No te iras.

– Sí.–

– No, James. Tienes una familia que te necesita. Yo te necesito. Eres mi amigo, mi familia, no sé cómo ponerlo en palabras.

– Cuidaré a mi padre desde el cielo si me prometes… que lo harás también.

– Por supuesto que sí, James. Cuidaré de él.

– Bien. – otra de sus sonrisas que agotaban la poca vida que le quedaba. – También cuidaré de ti cuando me vaya. Y tendré un ojo en Jack para que lo haga por los dos… Él sí ha sabido protegerte…

– También lo has hecho, James. Más que nadie. – así, las pocas esperanzas de que James saliera de allí con vida, se desvanecían para dejar lugar a la certeza. A la última despedida que Elsa se rehusaba tanto en aceptar. Porque la parte más difícil de perder a alguien no es el adiós, comprendió Elsa. Es aprender a vivir con ese vacío.

En un pestañeo, todo puede cambiar. Por eso hay que perdonar seguido y amar con el corazón. No se sabe cuándo no podrás tener esa oportunidad de nuevo. James ya le había dicho que la amaba tiempo atrás, y con eso había sido suficiente. Pero lo mejor fue descubrir que no era que él no pertenecía en aquella vida con Elsa y su grupo, porque a final de cuentas, tenía un lugar en el corazón de la persona a la que había amado y salvado. Y más que su amor, eso le bastaba. Por siempre.

– Es lindo… oírlo.

– No te olvidaré.

– Ni yo… –  ya venía, podía sentirlo. No como una luz, un túnel o una voz que lo llamaba, sino él que se iba. Dejarlo todo de lado, apagar las luces e irse a dormir. –  Ten una buena vida, Elsa… Lo mejor de la mía fue haberte… conocido.

– James… –  Elsa lloraba pesadamente.

– Oh, ahí está Jack… –  señaló James al ver una figura entrar, sin mucha nitidez, pero podía adivinar que era él aún mientras sus ojos ya no podían permanecer abiertos. Pero procuró que su voz sí, por lo que quedaba de su tiempo.

– James… –  se arrodilló Jack al lado de Elsa. Le miraba como nunca había hecho, con un inmenso cariño como el de Elsa. – Viejo, la ayuda vendrá pronto. Resiste. Verás que todo saldrá bien.

– No te molestes… por ello. ¿Cuidarás de Elsa por mí, no?

– Claro. Lo prometo, James.

– Haz… que coma sus vegetales.

Una apagada y desanimada risa brotó de las tres personas en aquella habitación. Así era James. Lo suficientemente humilde para aceptar la verdad, y lo menos egoísta para permitir una negra amargura en el corazón de quienes lo querían. Si se tenía que ir, se iría contento al igual que aquellos que amaba.

 Había vivido, vaya que sí. Había fallado. Había estado devastado, destrozado. Había conocido también la alegría, la pasión, el amor. La muerte no es injusta, o la justicia en sí, se había dado cuenta James. Si no que es… el final de un lindo viaje.

– Lo haré, James. – hasta ese momento se había resistido, pero Jack Frost no pudo evitar llorar por aquel amigo que perdía.

– Adiós, Jack. Adiós… Elsa.–

– No. James, no morirás. No aquí, no así. Rapunzel vendrá y te sanará, pero solo si resistes un poco más. – Elsa apretaba su mano con fuerza.

– Déjame ir. – ahora también James lloraba. – Elsa, deja que me vaya…

Elsa lentamente desajustó su mano que encerraba la de James.

– Adiós, James.

Y su vida se apagó por completo.


– Elsa… –  un recuerdo picoteaba en su mente. Pero fue esa misma la que implantó la duda en su voz.  No estaba seguro si a él le apetecería, pero esto no se trataba de él. – Tal vez haya también otra manera…

– ¿A qué te refieres? – le miró a los ojos. Él le sostuvo la mirada, dubitativo, hasta que la apartó para contestarle.

– Un beso… ¿Recuerdas que fue así cómo te salve?

Elsa lo pensó. Observando a James, meditó que podría funcionar tanto como no. Pero era una remota posibilidad de salvarle. ¿No es el amor la fuerza más fuerte que existe? Y que Jack ofreciera la propuesta sin pensárselo dos veces, era el mayor sacrificio y una admirable muestra de amor.

Aunque, cuando Elsa posó sus labios en los de James, no hubo milagro. Solo un ponzoñoso sabor a defraudación.  Elsa se apartó nuevamente más triste de lo que había estado. Jack la abrazó mientras tanto, imaginándose lo duro que debía ser para ella como lo era para él. Permanecieron en un estrecho abrazo contenedor, tumbados enfrente del cuerpo del granjero. No había palabras que decir.

El silencio se vio interrumpido por un fuerte aleteo desde el exterior. Ambos se dieron la vuelta para admirar la ventana. Del otro lado se veían los rizos de Mérida y a Hiccup sobre Chimuelo. De él, descendían Flynn Rider y Rapunzel con expresiones desesperadas. Un diminuto suspiro de alivio al verla a ella sana y salva, y a Flynn también, resonó en las mentes de Jack y Elsa. Pero había algo distinto en ella.


Su cabello mágico ya no estaba.


– ¡Punzie, qué pasó! – Jack se levantó del lado de Elsa y corrió hacia la entrada donde estaban los recién llegados. El alma se le tumbó a los pies en cuanto vio a Punzie sin su largo cabello dorado y uno corto y moreno en su lugar. Ni bien vieron a James al final del lugar, los tres corrieron en esa dirección. Mientras, ella explicaba sin muchos detalles.

– Larga historia. ¿Qué pasó con James?

– Hans le hirió con la espada. ¿Pero cómo lo salvarás sin tu…?

– No lo sé. – decía agitada y sin mucha esperanza. –  Pero tal vez mis lágrimas funcionen.

Jack no había hecho preguntas. Actuaron muy rápido. En cuanto llegaron al lado de Elsa, Punzie se colocó del otro lado de James, arrodillada en el suelo salpicado igual que la Reina. No había sido difícil que el llanto brotara. Verlo a James, su amigo de tan poco tiempo, descuartizado era desconsolador.

Tres pares de ojos expectantes aguardaban por algo que pasara mientras las gotitas mojaban las mejillas del hombre. Un largo tiempo transcurrió hasta que Punzie se dio por vencida.

– No funciona. James se ha ido. Lo siento…

Eugene agachó su cabeza antes de que se pusiera a llorar a moco tendido él también. Punzie caminó hasta él y tomó su mano. También, Elsa se incorporó para abrazar a Jack y llorar en su pecho.


James no estaba más en el mundo. No podrían volver a ver esos ojos jade resplandecer, ni su sonrisa bajo el sol. No podrían oír sus tontos chistes, la sabiduría de sus palabras, ni conversar. No podrían probar de su comida, o verlo luchar por lo que quiere y le parece justo. James se había ido, y con él, una parte de todos sus amigos.

Elsa verdaderamente sería quién más sufriría su muerte y recordaría su memoria. Quien más lo extrañaría, y a su vez, no podría evitar culparse por ello.

La realidad es que el pesar es por siempre. No se supera la pérdida de un ser querido; se aprende a vivir con ello. Te recompones, te curas y te restructuras alrededor de la pérdida que has sufrido. Volverás a estar pleno, pero no será lo mismo.  Con ayuda de seres queridos, la memoria de lo que existió nunca morirá. Y James sería recordado como era debido. Un alma libre, apasionada, valiente, bondadosa. Alguien que se sacrificó todo por amor.


Hay cosas en la vida que no quieres que pase, pero que hay que aceptar; hay cosas que no queremos saber, pero debemos aprender, y personas que no podemos vivir sin ellas, pero tenemos que dejarlas ir. 


Fin del capítulo 44.



NOTA DE LA AUTORA:  

POR dIOS ya está el siguiente y último capítulo disponible! Comenten y corran al final! Me gustaría saber qué es lo que piensan de este capítulo y eso, pero apúrense!


Un comentario para sacarles una lágrima extra:

El beso de Elsa no funcionó con James porque solo el amor verdadero es más fuerte que nada y en tal caso eso podría "salvarlo". Pero Elsa no ama a James de esa forma, ella ya tenía su amor verdadero. Jack. 

¡¡¡¡¡PAHBRECITO JAMES!!!!





Yo en verdad lo quería, me encariñé con él. No sé ustedes. Seguro les pareció un personaje secundario, lo cual es. Pero desde el principio supe cual sería su final, todo por un amor NUNCA correspondido. Quería que esto les mostrara la otra cara del amor. Cuando amas tan verdaderamente, pero no es correspondido... Simplemente duele. Pero James era fuerte, más que nadie, y podía salir a adelante, si tan solo no hubiese acabado de esa forma...

Que en paz descanse.






8 comentarios:

  1. Alisson Gabriela Caceres Aviles8 de agosto de 2015, 1:41 p.m.

    Yeiy!!!!!!!! Por fin!!!!
    Las ansias literalmente me.consumia
    Pero como siempre esperar vale la pena
    Grandioso trabajo Britt me encanto el capítulo
    Y como siempre espero con ansias tu siguiente capitulo
    Saludos!!;-)

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  2. Wow para no estar terminado esta súper bueno de tan solo imaginarlo es una batalla épica me encanto buen trabajo cada día admiro mas tu trabajo ,me encantaría que no termine nunca pero todo tiene un final que pena ��������.
    Valentina

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  3. conchale esta buenisimo cada vez que leo me lo imagino como si fuese una pelicula de verdad sigue! sigue! britt me gusta mucho esta historia esperare con ansias el resto

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  4. ha y britt digo ana yo soy el anonimo de el penuntimo comentario de tu gran peli en el capitulo 43 esque de verdad me gusto me fascino yo espero que con esto te vuelvas una gran escritora de historias mas bien de pelis te felicito por tu gran peli y me gusta llamarle peli porque para mi fue mas que una historia saludos!

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  5. Me encanto, esta súper chevere. Esperos los cambios ( si es que hay ). Tu historia sin duda debería ser una película.
    Pd: soy Dayra
    Pd 2: espero los cambios
    Saludos!!

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  6. x( :,( Me hizo llorar james!! pobresito james, el se sacrifico por amor es hermoso y a la vez doloroso un hombre que hace eso por amor es el sacrificio mas hermoso, ana fue hermoso y aun lloro x( yo no lo odiaba yo lo queria Nota: sin duda a sido la mejor peli del mundo ojala agas mas despues de terminar esta y ana cuando lo termines y quieras hacer mas hazlo como este llena de accion,aventuras y amor

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  7. Nooooooo!!! odio las muertes, me da miedo, que triste y no solo por james si no que la historia tecnicamnte ya acabo. SOLLOZO Sollozo :'( Saludos!!

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  8. Demonios! Me exilio unos días en un pueblo olvidado por dios y sus semejantes, o mejor dicho sin Internet, y cuando regreso a la civilización ya termino esta increíble historia xD

    Bueno, bueno, aun así escribiré mi comentario

    Un capitulo muy bueno. Llámenme insensible, pero honestamente la muerte de James se me hizo indiferente :v nunca fue un personaje muy querido para mi.

    Algo que se me hizo curioso fue la determinación de Elsa en salvar a James, lo cual me hizo preguntar ¿ y si en vez de James hubiera sido Jack?

    Creo que eso es todo en cuanto a este capitulo, pronto estaré comentando el final, epilogo y las pequeñas partes extras.


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