El Diario... Parte 2

El Diario

Una colección de mini capítulos secundarios de la historia The cold of your heart

Disfruten

Querido diario,

               

                Hoy en clase nos preguntaron cuántos años tienen nuestros padres. La verdad yo no sabía, o no lo recordaba en el momento. Claro que sé lo de su inmortalidad, muy pocos conocían ese secreto. Por el bien del Reino, decían mis padres.

Claro que en clase tuve que inventar sus edades.

La realidad es que mamá tiene 33 34 años más o menos, pero papá… no lo recuerdo. Sé que muchos. A veces hasta él lo olvida y no le da importancia. Dice que su vida en verdad comenzó con mamá, y se puso mejor cuando yo llegué. Está loquito, se los dije.

Pero, ¿cuál es su secreto para continuar con sus vidas si sus cuerpos jamás envejecen? (Por lo que entendí, ese era el concepto de inmortalidad) Bueno, el secreto me lo confiaron ni bien cumplí mis once años. Según indicaron, fue porque ya era lo bastante grande para saber el secreto familiar.

Cada año desde que nací, cada solsticio de verano mejor dicho, vamos entre los tres a la intimidad de lo más profundo del bosque, a ver a Pabbie, el amigable troll y su tribu. Por supuesto, de joven no entendía muy bien qué era lo que hacíamos al visitar a la familia de Tío Kristoff, pensaba que solo íbamos a saludar. Sin embargo,  mis padres iban a sellar su secreto por un año más.

¿Quieres saberlo? Bueno, no hay tanta ciencia. Sino magia. Mamá y papá se dejaban encantar por la hechicería de Pabbie, para que un velo mágico les hiciera aparentar la vejez. Solo una vez logré separarme del grupo de pequeños trolls que me “entretenían” mientras mamá y papá arreglaban “asuntos” con el viejo Pabbie.

Y los pude ver, a ambos, como dos jóvenes. Fue una imagen chocante e impactante, porque así eran en verdad. Al segundo siguiente, se veían igual a los padres que conocí a lo largo de mi vida. Claro que el encanto no les hacía llenar de arrugas y canas, ni nada por el estilo. Para la edad que aparentaban tener, se los veía más jóvenes que al resto de los adultos de treinta y pico. Porque en verdad sus cuerpos lo eran. Como mi Tía Anna, a pesar de ser más joven que mamá, luce un poco más envejecida que ella. Solo tenían pequeñísimas arrugas, miradas adultas y cuerpos más envejecidos, pequeño para mi madre, y fornido para mi padre. Por ello se encargaban de armar esa fachada que duraba por todo un año y debía ser repuesta, para que la gente creyera que eran normales, a parte de su magia. Porque imagínense vivir en un Reino en el que su Rey y Reina jamás envejecen. Sería extraño y alarmante.

También lo hacen por mí, porque quieren que tenga padres normales. Bueno, lo más normales que pueden ser. Pese a ello, su fachada que ocultaba sus verdaderos cuerpos jóvenes no me importaba en lo más mínimo. Porque siguen siendo mis padres, adultos, responsables, sabios, llenos de amor, no importa cómo lucieran. Y por ello los amo tanto, se preocupan por el bien de todos a su alrededor aunque eso implique aparentar algo que no son.

 Espero algún día ser igual de buena que ellos. 

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