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LA HISTORIA

lunes, 17 de agosto de 2015

El Diario... Parte 1


El Diario

Una colección de mini capítulos secundarios de la historia The cold of your heart

Disfruten




Querido diario



Mi nombre es Elise Cathrine Frost y soy la princesa de Arendelle. Hija de la Reina de las Nieves y el Espíritu del Invierno. Reina y Rey de Arendelle. ¿Increíble, no? Y debes creer que debo sentirme especial por tener a los padres más mágicos y famosos de todos. Que debo ser especial como ellos.

Pero no lo soy.

Padesco Padezco del frío como cualquier otra persona, y a pesar de que tengo sus mismas facciones, no puedo crear hielo como mis padres. Es frustrante, desalentador. Al principio me animaban para demostrar mis poderes, pero nunca ocurría nada. Con los años, seguía sin ocurrir,  y al ver mi infortunio, mis padres dejaron de intentar. No era la única que estaba desconsolada por ello.

Todos en el reino e incluso en otros vecinos conocen la historia de mi padre y saben que obtuvo sus poderes luego de un suceso trágico pero heroico. Se lo había ganado. Pero yo solo tenía la posibilidad de heredarlo. Y sin embargo, yo no nací con la magia, como mi madre. Creían que apenas saliera de la panza comenzaría a congelar a todos alrededor o algo así. Y con todas mis fuerzas me aferraba a la misma esperanza de ser como mis padres. Pero no. Es triste saber que no había nacido con el don familiar, pero mamá dice que por lo menos debería estar agradecida de que soy una niña sana.

Más bien un milagro.

Al ser mi padre un espíritu, por lo que me contaron, ellos no podrían tener hijos. Hasta que un día mamá anunció su embarazo y luego nací yo. Un milagro de la naturaleza, decía, y mi loquito padre que era un regalo de la Luna. Me conformo con que me llamen Elise.

Papá, mamá y Pabbie, el padre adoptivo del tío Kristoff y el consejero mágico, creen que en verdad sí nací con tales poderes, que viven dentro de mí pero que están dormidos como los dragones en los cuentos de papá. Dice que algún día, despertarán. Pero a veces pienso que nunca será así. En los diez años de mi vida, jamás he logrado siquiera crear un diminuto copo de nieve. Mis padres intentan no usar su magia frente mío por miedo a que me eche a llorar como tantas veces, pero ya no lo hago. Sigo triste, aunque exista el ensueño de mi verdadera revelaciónn. Aún sigo esperando.

-¡Vas a la escuela, vas a la escuela! – papá estaba saltando sobre mi cama, como hacía la mayoría de las mañanas. Mamá estaba apoyada en el marco mirándonos, a diferencia de papá, silenciosa, mientras rodaba los ojos y se le escapaba una sonrisa al entrar. Yo había heredado su misma sonrisa, por lo que papá decía que siempre me haría reír.

-No quiero ir a la escuela. – protesté y me escondí entre las colchas.

No había podido dormir esa noche, por lo que ya estaba despierta cuando mamá y papá entraron a mi cuarto a despertarme. Pero no quería ir a la escuela. Sabía que si lo hacía, me enfrentaría a mi pesadilla.

-¿Cómo que no? Todos los niños deben ir a la escuela. Incluso las princesas como tú. – mamá se sentó a los pies de la inmensa cama, al lado de papá, y aún sonriente ¿Por qué estaban tan radiantes cuando yo debía ir a la escuela?

Algo curioso de ellos es que siempre van a la par, como en las pinturas de un cuadro. A veces es ella quien destaca en las reuniones reales por ejemplo, por ser Reina legítima. Pero él no se queda atrás. Para mí, es el mejor Rey que hay. Después de Santa Claus.

-Es que… es que no tengo ganas de ir hoy. – no se me ocurrían buenas excusas. – Me… Me siento enferma. Cough, cough…  - me tiré de nuevo en el colchón y simulaba morir de fiebre.

No fue muy convincente. Mamá puso la cara que hace cuando descubre una mentirilla mía o de papá. Fruncía el ceño mientras alzaba una ceja, cerraba los ojos y ladeaba una sonrisa que decía “sé que no es así”.

-Yo creo que estás bien. Vamos, arriba, señorita. Llegarás tarde.

-¡Papá, dile algo! – me quejé. Pero él no fue de mucha ayuda.

-Algo. – le dijo a mamá. Ambos rieron de una broma que yo no entendía. – Elise,  mi vida, tienes responsabilidades que cumplir. Todos necesitan educarse para ser buenas personas el día de mañana. Tú, sobre todo, para cuando estés lista para gobernar. Arriba. – papá intentó sacarme de la cama pero me aferré a los postes de madera pulida antes de que lo lograse.

Aunque lo había intentado retener, estallé.

-¡Pero es que Fredrick estará ahí!

-¿Quién es ese Fredrick? – papá me soltó y sonrió con cierta celosía socarrona. - ¿Acaso es tu novio?

No me dieron tiempo a responder. Mamá se cubrió la boca y dibujó una sonrisa aún más enormemente.

-No nos dijiste que tenías un novio, querida.

-¡No, mamá, yo no…!

-Amor – se dirigió a papá, sin siquiera oírme -, será mejor que nos dejes. Ya sabes, esto es… una charla de chicas.

-Pfff, charla de chicas. – miró de reojo a mamá quien le miraba con reproche. Casi siempre cedía. - Oh, sí, claro. – se sintió un poco apenado por ser excluido, lo pude notar. - Pero antes, Elsa, creo que tienes algo aquí… creo que es chocolate… - papá amagó a tocar sus labios con las yemas, pero en su lugar se puso justo ante su nariz, tomó su barbilla y la besó. Puaj. Me cubrí los ojos con las colchas.

-¡Sigo aquí! – grité tras las sábanas en un agudo ladrido. ¿Se olvidaban de mí?

Sentí un beso en la frente, y en un sigiloso portazo, papá nos dejó a mamá y a mí solas. Ella me quitó las sábanas y la vi sonriéndome de una manera más cálida de lo que nunca hizo.

-¿Por qué echaste a papá?

-Pues porque es un metiche y esto es algo entre mujeres.

Miré hacia la puerta, casi podía saber que él seguía ahí, atento. Reí.

-Así que… Elise, cuéntame quién es ese Fredrick. – dijo mientras acomodaba mi cabello blanquecino despeinado por las colchas.

-Aghhh, es que ustedes me malinterpretaron. ¡Fredrick es un puerco! Es molesto, mamá, lo juro. Y muy, muy tonto. Siempre me persigue cubierto de barro y me quita mis pinceles en las clases de arte, trastabilla sobre mí en gimnasia. ¡Es una bestia! ¡No quiero seguir yendo!

Mamá no parecía entender mi descripción de Fredrick porque me seguía mirando festivamente. Acabó de peinarme con la trenza que tanto me gusta, porque cuando me miro al espejo casi siento que soy como ella.

-No puedes dejar de asistir al colegio por un niño. Además, no me parece que sea una bestia. Es solo un niño.

Salté en el colchón para enfrentarla, frente a frente, y con ojos suplicantes.

-¡Pero es que no entiendes! –chillé -  En verdad no lo soporto. Incluso dice que cuando él crezca quiere unirse al ejército para servirme en el castillo y ser mi guardia personal y molestarme cada día. ¡ESTÁ DEMENTE!

Ella se echó a reír. ¿Qué era tan gracioso?

-Ay, hija mía. ¿No entiendes? Creo que le gustas.

-¿Qué? – exasperé.

-Y creo que a ti te gusta él.

Puaj, puaj, puaj. Mamá no entendía nada. Malinterpretó mi reacción nuevamente.

-¡No digas eso, mamá! Se supondrías que estarías de mi lado. – ella continuaba con su melodiosa risa.

-Estoy de tu lado, Elise. Solo que pienso que es muy lindo lo que Fredrick piensa hacer por ti. Ha dicho que quiere protegerte. No deberías darle la espalda ni llamarlo tonto, pienso que es un niño cariñoso. Solo que le falta madurar. Todas las personas maduramos, incluso aunque parezca imposible. Como con tu padre. Él no era en un principio el hombre responsable – se le escapó una mueca al decir esa última palabra - que es ahora. Dale tiempo.

-¡Es verdad! – se oyó la estruendosa y firme voz de papá del otro lado de la puerta. Mamá reía mientras yo seguía en shock.

-Tal vez terminen juntos como tu padre y yo…

-¡No, eso jamás! – gritó papá. Por fin algo de apoyo.

-Solo está siendo protector, no le hagas caso. – explicó mamá.

-¡Pero yo no quiero casarme con él por las cosas que te he dicho! Quiero ser como la Tía Mérida y jamás desposarme con nadie, sobre todo si roba mis pinceles.

-Ya verás que terminará agradándote, quizá te sorprendas. Tal vez no amor porque eres joven por ahora. Aunque puede suceder que sientas algo por él en el futuro, o por ahí no. O quizás terminen casándose… -

-¡Mamá! – me quejé.

-Estoy jugando contigo. –reía. Luego me miró fijamente a los ojos. –   El amor no tiene edad, ni conoce de reglas, Elise. Y recordarás lo que acabas de decir y te reirás de ti misma.

De nuevo con las charlas de amor. A veces me gustaban, pero estando Frederick en el tema no podía oír la palabra amor ni una vez más.

-¡Los que se pelean se aman, mi cielo! – vociferó papá de nuevo desde el exterior.

-Jamás. – pero no sé cómo terminé riéndome. Al igual que con mi madre, me era difícil contener una sonrisa y pronto se escapan de mí como mariposas. Papá entró y entre los dos me hicieron cosquillas hasta que me dolía el estómago. Cuando nos calmamos, papá me arrojó por los aires y me dijo:

-¿Estás segura que no sientes nada por ese Fredrick? Porque me parece haber visto un pequeño rubor en tus mejillas… - insinuó y comenzó a mordisqueármelas y besarlas con sus gélidos labios.

-¡Ay, ya déjame! – reí, apartándolo – Bueno… Tal vez no sea tan malo. Pero si tuviese mis poderes le congelaría la nariz en cuanto me quiera jalar el cabello.

Reí. Y esta vez sentí mis mejillas arder con fiereza. Debían ser las alturas.

-¿No tan malo?  Mhmm, eso me suena a un “me gusta”. ¿No, Els?

-Elise, no debes usar tu magia sobre nadie apropósito. Eso está mal.
-Papá siempre lo hace.

-¡Jack! – mamá abrió la boca como una enorme o, pero noté que no había nota de regaño alguno. Papá siempre lograba ponernos de buen humor.

-Por supuesto que no. – papá me sostuvo en el aire y me dio una vuelta. Claro que ese era nuestro secreto. Fue una mañana de risas. Mamá lo miró, con reprimenda, él se encogió de hombros y, con la mano que no me sostenía, tomó la mano de mamá y jaló de ella hasta que estuvimos en un abrazo entre los tres.

-Oigan, ya pueden parar eso…

Los dos se miraron, extrañados.

-¿Parar qué? – preguntó mamá.

Un suave, casi minúsculo capullo de nieve cayó y se posó sobre su hombro. Luego otro, y otro. Muchos descendieron del techo y nos envolvieron en una pura y delicada lluvia.

Se volvieron a mirar entre sí. Parecía que algo inmenso los hubiese llenado de felicidad, pero yo no comprendía. Papá besó a mamá por un largo tiempo, hasta que se liberaron de su beso y nos oprimió con más fuerza.

-Nosotros no estamos haciendo nada, querida. – dijo mamá entre risas.

9 comentarios:

  1. fue increible, me encanto, me encantaba leer cuando les decia mama y papa, fue muy bonito, e incluso Jack sono responsable jejje Soy Dulce por cierto. Primer comentario

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  2. Eso fue mágico, YEY Elise ya tiene poderes, solo debía tener pasiencia. Hola soy Ali jaja

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  3. AWW QUE LINDO , ME ENCANTA TU HISTORIA PRIMERO LA VIDA DE JACK Y ELSA Y AHORA LA DE SU HIJA , AWW BRITT ERES LA MEJOR , soy janet comentare mas seguido ahora

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  4. Que dulce y hermoso a la vez. Elise ya va ah tener poderes de hielo como sus padres.
    Me encanto el final. Quisiera saber si va mas capítulos del diario de Elise.
    Pd: soy Dayra
    Pd2: me encanto toda la historia y el epílogo
    Saludos

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  5. Me encanto tu historia, tan real . Jack actua igual (simpático) no como en otras fics que lo ponen serio y frío

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  6. Me encanto tu historia, tan real . Jack actua igual (simpático) no como en otras fics que lo ponen serio y frío

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  7. adoro cada vez esta historia, me encanto el capítulo: muy hermoso :)

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