lunes, 27 de julio de 2015

Jelsa, una historia de amor verdadero... Parte 42

Jelsa, una historia de amor verdadero.


Hola! Recuperé el internet y aquí les traigo el capítulo 42. Espero les guste, estuve un poco tramposa aquí. Ya lo verán y querrán tenerme enfrente para pegarme xD.

[ TERMINADO ]

ADVERTENCIA: contenido explícito. Están advertidos.

Capítulo 42. "Hogar, visitas y un milagro





Elsa no recordaba haberse dormido. Bajo tenues luces del día que comenzaba, pudo recordar fragmentos de cómo había terminado aquella prodigiosa noche. Elsa le había curado el labio lastimado de Jack, igualmente conservado las huellas sangrantes de sus besos en su piel, habían charlado por un largo rato para combatir el sueño, para evitar que el momento terminara. Señalaron las constelaciones y discutieron sus nombres, las luciérnagas que les bailaban alrededor, contaron historias que probablemente antes de esa noche no se habrían animado a contar. 

Precisamente, se notaba el antes y el después de lo que habían sellado por vez primera. No es que se tratase de que anteriormente no hubiese confianza, sino que el después marcaba la destrucción de cualquier barrera u obstáculo entre ellos. Sus puertas estaban abiertas al otro de par en par. Y por supuesto, hacía crecer aquella conexión que tenían y  no se describe con palabras.

En fin, fue un “Descansa, Elsa” el que culminó con la que sería la mejor noche de sus vidas. Corrección, una de las mejores. Porque, viéndolo así, se puede suponer que es algo de una vez, irrepetible. Como si se entregasen antes de morir en una guerra, por ejemplo. Obviamente, este no es el caso.

 –Buenos días. – le dijo una voz risueña a su lado. Elsa apartó el pequeño susto junto con sus reflexiones de su mente y giró sobre sí misma para apoyarse en el pecho de Jack donde reposaba su cabeza para mirarlo.

–Buenos días, Jack. – dos sonrisas comenzaron a dibujarse en sus rostros, escoltado por un rápido y minúsculo beso. Se notaba el cansancio en ambos, las ojeras, el sudor, la mugre, la sangre seca. La joven rio para sus adentros ante sus estados demacrados.

–¿De qué te ríes? – Jack quería compartir aquella repentina y suave risa.

–De nada. Ya amaneció.

–Ya veo. – la besó nuevamente.

–¿Cómo les explicaremos esto a los chicos?

–No pensaba hacerlo.

–Nos quedamos en el bosque toda la noche. De seguro están preocupados.

–Yo creo que no, sino hubiesen venido con antorchas y palas a nuestro rescate.

Elsa ahogó una risilla.

–Alguna excusa deberíamos darles, ¿no? – acunó con sus manos las mejillas de Jack. Su mente dio un flashback a la noche anterior; podía recordar las manos de él por todas partes de su cuerpo, un roce exquisito. También esos labios, esos besos, esas mordidas, ese... Mordió su labio para apartar esa idea.

–Podemos decirles que fuimos a cazar mariposas y a recoger flores en el prado y a hacernos coloridas coronas con ellas. – respondió con un tono cursi y sarcástico. El Jack de siempre no tardó en aparecer – ¡Claro que no les daremos excusas! Son casi adultos, deben comprenderlo, o al menos suponer. No te preocupes por ellos.

–Jack, son nuestros amigos.

–Lo sé, pero este es nuestro momento, Els. Ellos sabrán entender.

Elsa le miró, sin siquiera evitar sonreírle. Nunca se cansaría de zambullirse en aquellos ojos oceánicos, rebeldes, amorosos.

–Bien. – tamborileó sus dedos sobre los pectorales desiertos de Jack. – Oye, ¿qué tal un baño?

–Con tal de verte sin ropa de nuevo, lo que sea.

–¡Calla! No me hagas reír. – dijo radiante al sofocarse y darle un pequeño golpe en el hombro. Para decepción de Jack, apenas se incorporó y dejó caer el hoddie azul que la cubría, usó su magia para crearse el mismo vestido de siempre. El muchacho se vio tentado a desgarrarlo nuevamente, pero se contuvo. Comenzaba a odiar ese vestido.

–¿Iras vestida?

–Jack, no pensaba caminar hasta el río desnuda. No soy una salvaje.

–¿Por qué no? Yo iré así. – Jack se levantó del suelo para señalarse así mismo. Elsa apartó un poco la mirada, para no parecer pervertida. No obstante, una traviesa idea iluminó su mohín. De su mano apuntándole se dispersaron hilillos de hielo que envolvieron a Jack desde sus pies a cabeza antes de que él se diese cuenta, transformando en donde no había nada una réplica exacta de su vestido.

–¡HEY! – decía histéricamente, su voz elevada a una octava, mientras rasgaba la prenda, sin éxito. – ¡NO, NO, NO! NO TE RÍAS. ESTO ES UN HORROR. QUÍTAMELO. – Jack intentaba hacerlo cuando su buzo aterrizó de la nada y cubrió su cabeza. Del otro lado de su hoddie cubierto en escarcha podía oír las risas de Elsa apagarse de a poco. Bufó. – Está bien, está bien, me vestiré.

Qué pena por ti.

Marcharon a su destino, con sus ropas de costumbre y bastón en mano. Según la altura del sol en el marco del cielo, debían ser aproximadamente las 9 de la mañana. Para entonces, las aguas del río comenzaban a calentarse hasta semejarse a un manantial.

–Oh, no. No me digas que te pondrás eso que te pones para nadar… – se quejaba Jack mientras se quitaba su abrigo azul y dejaba el palo de madera a un costado. De reojo, había visto cómo Elsa, no solo le miró mientras él se desvestía, sino que amagaba a usar su magia sobre su ropa. ¿Cuál era su problema para estar siempre vestida? Era hermosa, el mundo debería apreciarlo libremente. Mejor dicho él. Qué egoísta de su parte…

–¿Qué tiene de malo?

–Que no necesitas usarlas conmigo.

–Jack, vamos. No significa que ahora deba andar desnuda por la vida por ello

¿A no? Mhmm. Jack debía tener un concepto erróneo entonces. Una idea, en cambio, disipó la frustración.

–Está bien… – dijo como si lo estaba. Añadió, sin embargo, con un gesto perverso y sugestivo. – Entonces debo castigarte.

Antes de que ella entrara en razón o en pánico, Jack la alzó en sus brazos, voló a máxima velocidad por los aires y se dejó caer sobre el agua con ella. Elsa no lo vio venir, y cuando se encontró  rodeada por agua intentó exasperadamente mantenerse a flote, recuperar el aire arrebatado y soltar el agua que ingresó a sus pulmones.

–¡JACK! – gritó iracundamente. No pudo hacerse oír tras las risotadas de Jack que la sostenía mientras pataleaba como perro. – ¡CÓMO… CÓMO TE ATREVES!

–Estás bien. Te tengo. – seguía riendo.

Prontamente, Elsa dejó de lado la furia y frenesí que la habían abrigado, para dejarse llevar por el momento y las leves correntadas. Y en seguida, empezó a reír entre la vergüenza y la osadía de Jack.

–¡Te odio! – golpeó el pecho de Jack con dos diminutos puños dentro de aquel deforme abrazo que les impedía hundirse.

–Si lo dices riendo no cuenta.

–¿Y todo esto para verme sin ropa?

–¿De qué otra forma sino?

Lo pensó.

–Podías haberlo pedido. – no tenía idea de dónde había salido aquella nueva nota en su voz, una incitante y seductora. Ni de dónde salían tales ideas suyas, ese peligroso juego de palabras. Solo que no quería que desaparecieran tampoco porque parecía tener un dominio sobre él.

–¿Era así de fácil? – Jack se degustaba con aquella nueva Elsa que tenía enfrente. Un nuevo lado suyo que podía encender cuando quisiese aquel interruptor de Jack que le hacía perder los estribos. Siguió su juego sugerente, acaramelando el sonido de sus palabras. – Diablos, debí haber pensado en ello.

–Debiste. – Elsa acortó la distancia de sus bocas, como si estuviese celosa del aire y el agua que le podía tocar.

–Entonces…  – logró decir entre la danza de sus besos. – ¿Por favor?

Pero Elsa ya se había deshecho de su vestido mojado. Las vocecitas de la cabeza de Jack cantaban al unísono el himno de la alegría, triunfantes. Sin más tardar, como pudo se quitó sus pantalones y dejaron que sus ropas flotaran  y escaparan de ellos a velocidad de una tortuga.

Se besaron por un largo rato, casi como repetir el ritual pasado. Después, Elsa se dejó guiar a otro mundo, otro universo, mientras Jack acariciaba su blanca piel con fervor y besaba sus pechos. Deseándola en ese mismo río como en todas partes. Pero debía controlar tal impulso. ¿Y si uno de los chicos había decidido darse un baño a la misma hora que ellos? Jack se separó unos instantes de los besos de Elsa para mirar a su alrededor. Afortunadamente, no había moros en la costa.

Con más fibra decidida, sujetó el blando cuerpo de la chica hasta sentarla de frente sobre su pelvis, encajando como dos piezas de rompecabezas. Un abrazo estilo koala. No pensaban detenerse, harían el amor allí mismo aunque se ahogaran. Sus cuerpos lo imploraban a gritos. El deseo es como una botella de licor, se siente dulce al beberla pero si se acaba sientes el amargo sentimiento del vacío, necesidad. Y quieres más. Así hasta que te embriagas y pierdes el control. Tal y como les sucedía a Jack y Elsa.

¿Cómo sería hacerlo en el agua? Lo averiguarían.

 Los movimientos, caricias, jadeos se volvieron más... ¿cómo decirlo? Intensos. Desgarradores. Delirantes. Ambiciosos. Deseosos. Hambrientos. Chimuelo.

¿Chimuelo?

No podían tener tanta mala suerte, de verdad. Aquella maldita lagartija mitológica tenía que estar rugiendo en la orilla justo en ese preciso momento, en ese preciso lugar, mirándolos y sonriendo – sí, ese tonto dragón era más demostrativo que una persona – como si acabase de pillarles, lo cual hizo. Y si él estaba cerca, significaría que Hiccup también. 

–Oh, diablos. – dijo al verle.

–¡Jack! ¿Y ahora qué hacemos? – Elsa procuraba chillar en voz baja por si había alguien alrededor. El furor del instante fugaz y delicioso se había ido como uno pierde temperatura en el cuerpo.

–No entres en pánico. – Jack se alejó para nadar hasta su pantalón flotante y regresó a donde ella estaba, tiesa, para tomar su mano. – Tenemos que salir de aquí.

Bracearon con cuidado de no salpicar y llamar más la atención de Chimuelo que ya de por sí tenía toda su vigilancia en ellos, mirándolos con la cabeza inclinada y  grandes ojos. El agua se escurría de sus cuerpos y mojaba la tierra al pisar el margen. Jack tomó su hoddie y bastón, aun sosteniendo a Elsa, echó a correr por los árboles hasta que perdieron de vista al dragón y al río.

Elsa intentaba crear ropa con su magia en el camino, mientras corrían desnudos como posesos por el boscaje. Pero la magia era torpe como sus pasos estrepitosos debido a la repentina descarga de adrenalina.

–No hay tiempo, Els. – Jack apuraba el paso mientras los fragmentos del final de una falda quedaba perdida en el camino. No sabían si eran sus pasos lo que oían, o el tamborileo de la sangre en sus oídos, pero presentían que algo los seguía. Llegaron hasta el seguro y aislado prado en el que Jack se aislaba por las noches y tomaron un respiro.

–Lo perdimos. – celebró Elsa exhausta. Vaya mañana

–Eso creo. – Jack intentaba recuperar el aliento. Luego sintió el cosquilleo de su repentina huida, y liquidó la gracia antes de echarse a reír como maniático.

Fue entonces que hojas de las copas sobre ellos cayeron como una lluvia, luego un fuerte estrépito en el suelo para  a continuación descubrir la cabeza de Chimuelo entre la cortina de ramas que les servía para esconderse. Maldito, maldito seas.

–¿Qué pasa, amigo? – como si fuera peor, era la voz de Hiccup que sonaba a nada más que unos metros, dirigiéndose a ellos. Para colmo de males, el dragón emitía sonidos alegres, como si hubiese encontrado al mismísimo Santa Claus.

Haciendo caso a medias de la orden de Jack de no entrar en pánico, Elsa daba saltos de terror. No sabía qué hacer ¿Y si Hiccup les pillaba en la situación en la que estaban? No habría lugar para la imaginación, ya podría darse por enterado que estuvieron haciendo en su travesía. Y luego se lo contarían a los demás. Y los demás al pueblo de Arendelle. Y los demás a la corte real. ¡Y le cortarían la cabeza!

Estaba tan asustada que su cabeza no se privaba de delirar.

–¿Qué tienes ahí? – Hiccup estaba detrás de donde aparecía la cabeza de Chimuelo. Solo separados por plantas. Jack y Elsa se debatían silenciosamente y presos del miedo si crear una barrera de hielo para impedir su entrada, o directamente congelar a Hiccup y salir corriendo. Pero estaban inmóviles, pegados al suelo. Para cuando una mano entró y apartó la cortina para entrar, ellos ya estaban vestidos… se podría decir. –¿Jack y Elsa? ¿Qué truenos… y qué les pasó?

Hiccup no podía creer la pinta que tenían, parecía que un huracán los hubiera arroyado. Jack tenía los pantalones mojados, es decir, enserio que chorreaban agua cual cascada. Su hoddie todo arrugado y sucio, al igual que ambos. Elsa vestía su pulcro vestido, pero su cabello era el contraste de la imagen; una maraña que intentaba arreglar con nerviosismo.

Oh… Ya veo qué pasó aquí. Al salir del asombro, Hiccup se dejó albergar por el laurel de saber que les había pescado y que sus sospechas eran 100% ciertas.

–¡Hiccup! Mi amigo, no pensaba verte por aquí… – Jack hablaba casualmente y  aunque el vikingo sabía muy bien lo que traía en manos, prefirió hacer que le creía.

–¿Qué… Qué te trae por aquí? – la joven también era pésima para ello. ¿Qué te trae por aquí? ¿Es lo mejor que tienen?

–Oh, nada. Vine con Chimuelo para pescar algo para él. Los chicos están todos despiertos ya.

–Oh… – a la Reina no se le ocurría qué más decir. Además de que asentía ridículamente, intentando disipar el ardor de sus mejillas, mientras terminaba de construir su vestido a sus espaldas.

–Y luego parece que Chimuelo los encontró aquí. Extraño… ¿Van a decirme qué paso o…?

–¿Pasar? No pasó nada. Solo tú. Así que nada. Nada de nada. ¿Ya es hora de comer? – Jack cambió rápidamente de tema dado que había perdido el valor y el uso de las palabras. Era como si su prodigiosa capacidad de mentir y salirse con la suya se había ido a un largo viaje.

–De hecho, sí. Punzie y Mérida están buscando comida para el desayuno ahora mismo en la zona este.

–Bien, entonces será mejor que volvamos al campamento. – restregó sus manos, más que nada para que no se notase que estaba sudando.

–Bien.

–Bien.

–Bien. – la incomodidad del momento le daba cierto toque chistoso a la situación, pensó Hiccup.


–¿Huh? –  Rapunzel caminaba sigilosamente. Mérida había tomado otro camino distinto para acelerar la caza, así lo habían decidido. Rapunzel no iba a negar que sentía miedo mientras el mango de su sartén en alto se resbalaba a causa de sus manos sudorosas. Estaba sola, completamente sola. Y fue entonces que oyó pasos. Luego otros, sonaban cada vez más fuerte y cercanos. ¿Qué podría ser? ¿Bandidos, lobos, una bandada de conejos rabiosos? ¿¡QuERÍAN SU CABELLO!?

 Unos arbustos frente a ella se sacudieron ferozmente, la joven se preparó para lo peor. Hasta que un hombre, de cabello castaño, anchos hombros y tez tostada, apareció por allí, con notable cansancio y temor. Su brusca aparición hizo a Rapunzel saltar y gritar del susto. El desconocido miraba para todos lados eufóricamente, como si buscase una salida, hasta que aquellos intensos ojos avellanas se posaron en Rapunzel y su sartén apuntándole.

–¿Quién eres tú? – rugió la chica temblorosa, apretando su agarre al mango de acero. Temió que pudiese ser un malhechor por la forma en la que se comportaba. Aunque allí estaba, paralizado como estatua. Él había olvidado su frenesí al mirar aquellos ojos verdes que fruncían el ceño y amenazaban con tener una respuesta. Rapunzel arrastró las palabras con ultimátum, cogiendo fuerzas. Ella estaba armada, él no. – ¿Quién eres?

–Huh… – decía bobamente, sin apartar sus ojos de ella.

En ese momento, una chica pelirroja apareció por detrás de la chica misteriosa enfrente de él. Y también estaba armada. Aunque no sabía si los sartenes contaban como arma. Tampoco es que estuviese dispuesto a descubrirlo en ese momento.

–¡Punzie! Te oí gritar. ¿Qué pa… Y quién es este? – señaló con la punta de su arco al hombre que miraba embelesado a Rapunzel. Él carraspeó para aclarar su mente y dirigió su atención a la chica del sartén para darle su mejor discurso casamentero para calmar sus aguas. Funcionaba con todas.

– Yo no sé quién seáis, ni qué treta es la que me trajo aquí. Pero me gustaría decir – ahí venía, su arma mortal. Cuidado señoritas, agarren sus calzones. – … Hola.

Sonrió, seductoramente se podría decir, arqueando una ceja con deleite. Hubiese resultado un gesto provocativo si a Rapunzel no le hubiese dado ganas de reír, y a Mer de vomitar. Se obligó a sí misma continuar con su infalible actitud. Mérida por otro lado, rodaba los ojos y miraba entre su amiga y el forastero, sin comprender qué rayos pasaba.

–¿Qué tal? Me llamo Eu…Flynn Ryder. Flynn Ryder. – se corrigió. Asomaba por su voz una nota tentadora que Rapunzel se negaba a captar o darse por aludida. Tal vez intentaba confundirla. Un intruso, eso era. –Cómo va todo, ¿heh?

–¿Quién es este idiota? – señalaba Mérida. Pero nadie parecía hacerle caso. – ¿Hola?

Rapunzel apartó todo rastro de… de… lo que sea que su voz y mirada influían en su mente. Nada, eso era.

–¿Qué… – ¿qué iba a decir? – ¿Qué haces aquí? –continuó hablando seriamente – ¿Con quienes vienes?

–Tranquila, preciosa. – Flynn alzó una mano, pero Punzie le cortó bruscamente. Acercó el borde de su sartén hasta que acechaba el cuello del forastero.

–Rapunzel.

–Salud. –continuó – Tuve un incidente, estaba… digamos que caminando por el bosque. En mi camino, te crucé a ti y… Esperen, ¿dónde está mi bolsa? – buscó por su alrededor, asustado.

–¿Te refieres a esta? – Mérida sostenía en alto una simple bolsa de cuero que al parecer era muy importante para Flynn. Rapunzel, a su lado, sonreía con suficiencia al igual que ella. Admiraba su habilidad para tomar cosas sin ser notada.

–¡Sí, esa! ¡Dénmela! – arremetió contra ella pero tuvo que detenerse en el camino. Un arco y un sartén les amenazaban con quitarle la cabeza, o freír una tortilla,  si intentaba dar un paso más.

–Huh, huh. – negaba Punzie. – Primero nos dirás tus intenciones.

–Salir de aquí, claramente.

–¿Por qué? –presionó Mérida – ¿Tienes una banda de bandidos como tú? ¿O es que huyes de ellos?

–¿Disculpa?

–¿De qué huyes? – la blonda acompañó aquel cuestionario. Le tenían entre la espada y la pared.

–Lo siento, preciosa, pero no es asunto tuyo. Ahora, denme mi bolsa así puedo irme de aquí. 

–¿Qué hay en ella? – preguntó Mérida admirando el desgastado cuero, alejándolo más del alcance del joven. – ¿Es por esto que estás tan desesperado?

–¡No, no! ¡Ni se les ocurra…! – sus súplicas fueron interrumpidas por un estruendoso relinche de caballo seguido por gritos de hombres. Flynn se quedó sin aire, helado. –¡Están aquí! ¡Maldita sea, me atraparán! Rápido, necesito que me escondan.

–¿Qué? Ni hablar, intruso. – espetó Mérida.

–Vamos, Rojiza, no seas así. Les daré lo que sea, solo no dejen que me vean.

Las jóvenes se miraban entre sí para luego mirar al desesperado hombre que tenían enfrente. Los gritos que parecían estar a metros de distancia se oían a su alrededor, solo árboles les separaban. A pesar de que ninguna pretendía aceptar su pedido, fue Punzie quien removió tras de ella una parte de su extenso cabello dorado, y con la otra mano, señalaba a sus espaldas.

–Entra.

–Punzie, no… – se quejaba Mérida. Era lo último que le faltaba, ayudar a un forastero chiflado y ladrón.

–¿Qué? ¿ACASO QUIERES QUE ME ESCONDA EN TU CABELLO? ¿¡Estás loca!?

–¿Qué otra opción tienes? – respondió ella con rudeza. – Es ahora o nunca si… Si quieres vivir. –añadió con convicción.

Cerrando los ojos, el muchacho se agachó y caminó por entre las dos muchachas hasta sentarse tras sus faldas y taparse con la cortina dorada. Espera un momento, ¿por qué tiene tanto cabello? Mejor no preguntar. Debía verse ridículo, si alguien se enteraba su reputación estaría fundida, arruinada. Finito. Auf Wiedersehen.

Ahogó un chillido cuando oyó el trote de los caballos agitados y la docena de jinetes que le perseguían justo detrás de él, enfrentando a las chicas extrañas.

–Buenos días, caballero. ¿Se le ofrece algo? – Flynn podía jurar que estaba oyendo el acento de la pelirroja, la que se veía aterradora y ruda ahora se oía tal y como una damisela. Parecía imposible, pero por lo visto era una estupenda actriz. Incluso Punzie se sorprendió. Debía ser una de las ventajas de ser princesa, – y de las que ella se esmeraba en dejar de lado – : ética.

Un soldado, que al parecer era el jefe de ese pelotón,  carraspeó.

–Estamos buscando a este tipo. – uno de sus oficiales les tendió a las muchachas un papel con la imagen Flynn. Compartieron una mirada y que al segundo todo rastro de culpabilidad desapareció. – Ryder es peligroso y para nada de fiar. Este es un asunto real urgente. ¿Lo han visto?

–No me suena. –Mérida se hacía la que escudriñaba la solicitud de arresto con apremio.

–¿Están seguras? – arqueó una ceja – Pensamos que está aquí cerca, por esta zona.

–Para nada, no lo hemos visto. De ser así les haremos avisar, señor. – respondió Rapunzel angelicalmente.

–Que así sea. – asintió el jinete con notable resolución. – Oh, y tenga cuidado señorita con ese sartén, podría ser peligroso.

–¡Lo haré! – sonrió abrazando su arma de acero y ambas saludaron a los soldados partir, inocentes, como si no estuviesen escondiendo a un ladrón de máximo nivel tras sus traseros. Ni bien perdieron de vista las armaduras doradas, se dieron la vuelta para dejar a Flynn al descubierto y apuntarle más decididas.

–Oigan, oigan. No es necesario que me apunten así. – su aire engreído le estaba dando a Mérida ganas de beber ácido.

–¿Con que te busca la guardia real? –Mérida le arrojó el panfleto que había recibido.

–Oh, no. – dijo él al echarle una mirada, atormentado. – Oh, no, no, no, no. ¡Miren esto! ¡ASÍ NO ES MI NARIZ! ¿POR QUÉ NO PUEDEN HACER BIEN MI NARIZ?

Un incómodo silencio.

–Retomando el tema… – prosiguió Rapunzel. – ¿Qué traes en mente, Flynn?

–¿Es acaso por esto? – su amiga sostuvo de nuevo el morral en alto. – Me pregunto qué habrá adentro.

–¡N–! – Pero Mérida le calló, presentándole su arco y dispuesta a arrojar la flecha.

–Yo igual, Mer. Le echaré un vistazo si es que Flynn no nos quiere decir…

–¡No! ¡Les dije que la bolsa…! No… – su discurso se ahogó al igual que a Rapunzel se le escapó el aire al abrir la bolsa misteriosa y ver su contenido. Era la joya más preciosa que había visto y probablemente vería en su vida. Una corona. La quitó de su contenedor con cuidado y ojos cual platos. Mérida se vio asimismo embelesada  por su divinidad y por el albor que desprendían sus piedras preciosas al ser tocadas por los rayos del sol.

–Es… Es…

–Preciosa… – concluyó Mérida. Al cabo, retomó la guardia luego de haberse dejado llevar por la corona, y colocó su flecha tensada para que al ser disparada le quitase a Flynn neurona por neurona. – Y la robaste.

–De algo hay que vivir, ¿no es así?

–¡No, está mal! Debes devolverla. – chillaba Rapunzel. Que injusto era, su dueña debía de estar caminando por las paredes de la preocupación de haber sido robada. Y de tal magnífica pieza…

–¿Estás loca? El que la robó se la queda. Están comenzando a exasperarme, así que denme mi bolsa y me iré así no me verán jamás. – procuraba mantener cierta distancia de las chicas.

–Me parece un buen trato. – dijo Mérida a la vez que apretaba su barbilla como si lo pensara seriamente.

–¡No! Debes devolverla.

–¡Tú debes devolverla, chica… de… mucho cabello! – estiró su mano en ademán crispado.

–¡Rapunzel!

–Dame mi bolsa.

–¿Para qué? ¿Para que te atrapen esos soldados ni bien des dos pasos? ¿Acaso tienes pensado algún lugar al que ir?

–Huh… Bueno…–

–Porque no hay ciudades a kilómetros. Estarías en serios problemas en cuanto nos pierdas de vista.

–Bueno, pensaré en eso luego. Quiero mi corona.

–¡No es tuya!

–¡Me pertenece!

–No te la daré. – Rapunzel apretujó en un abrazo protector la preciada corona.

–¡Bien! Te daré algo a cambio, lo que sea. Solo dámela.

–No tienes nada que yo quiera.

–O al menos algo que no sabes que quieres… Hasta que lo deseas. – Flynn se mordió los labios provocativamente y usó su arma mortal. Lo estaba haciendo de nuevo. Si no podía negociar con la chica, al menos podría seducirla.

–… ¡QUÉ RAYOS SE SUPONE QUE SIGNIFIQUE ESO! Ni siquiera tiene sentido, deja de intentarlo. Esa cosa que haces no funciona conmigo.

–¡Vamos, funciona con todas!

–¿Cómo así? – Mérida se burló apartada de la imagen. Hubiese chocado los cinco con alguien por su triunfante insolencia si las dos personas con las que estaba no estuvieran en otra dimensión del que ella parecía no formar parte.

–¡He tenido un mal día, de acuerdo!

–El caso es que… – su mente procesaba ideas a mil por hora. – No deberías irte con esto… Solo.

–¿Qué? – ni Mérida ni Flynn, ni siquiera Punzie habían entendido lo que había dicho.

–Quiero decir… Mer, creo que necesita… ayuda.

–No, claro que no preciosa–

–¡ESTÁS DEMENTE! No vamos a ayudarle. Es un ladrón.

–Terrible idea, de verdad.

–Pero, Mer… Lo atraparán. ¡Y mira lo que se ha robado! Si le descubren…

–¡Pues es lo correcto!

–No, deberíamos ayudarle, esconderlo, no sé.

–¿Espera, hablas enserio? – Flynn no comprendía. No podía creer cómo es que alguien en verdad le estuviese ofreciendo asilo. A él.

–Tú calla, extraño. Punzie, sé que eres una buena persona y todo eso, pero no. No vamos a albergar a ningún rarito.

–¿¡Rarito!? – chilló.

–Es lo correcto, si lo atrapan lo desnucarán. Míralo. – Rapunzel le señaló. Ante las miradas de las chicas, Flynn puso su mejor cara de perrito mojado. Iba a aprovechar aquella oportunidad, aquella innecesaria bondad para su bien. El problema era que no le entregaban la bolsa. – Está indefenso y hambriento. Seguro debe robar para llevar el pan a la mesa…

–Más bien una fábrica de pan. No te apiades de él, Punzie. Entra en razón. ¡Se robó una corona!

Flynn, mientras tanto, miraba entre ambas muchachas como en un partido de bádminton.

–¿Y por ello no necesita nuestra ayuda? No se lo ve malo. Bueno, más o menos. Pero estoy segura que es más pesado su ego que su cabeza, sino nos la hubiera pedido. Mer, aunque sea dejémosle estar hasta que pase el peligro.

–¿Y qué ganaremos con esto? – se cruzó de brazos.

–… ¿La realización de hacer el… bien? – Punzie no se había puesto a pensar en ello, por lo que no tenía idea. Solo quería convencerla.

No, no y no. Rapunzel estaba definitivamente desquiciada. Tal vez bebió algo que no debía. ¿Por qué iba a compadecerse de Ryder? Era un desconocido por no decir peligroso. No iban a darle alimento y hospitalidad a un completo extraño que podría robarles hasta los calzones en cuanto pestañasen, pensó Mérida. No…

Aghh. No podía decirle que no a las súplicas de su amiga. Con toda la bronca del mundo, se debatió en aceptar su petición y luego golpearse la cabeza con una roca hasta que todo esto tuviera sentido.

–Oigan, señoritas. Aprecio mucho lo que intentan hacer por mí, aunque no comprenda del todo. No soy tan cabeza dura como piensan, y creo que tienen razón. – hincó su rodilla al suelo. Hora de la actuación. – No pensé que le pediría esto a dos hermosas damas perdidas en el bosque, pero la rubia está en lo cierto. Esos tipos me están buscando, y seguro hay más. Ahora que lo pienso, me parece un buen trato. Así que les suplico por su ayuda. Por favor.

–Esto es una terrible decisión. –comentó Mérida.

–Flynn, te daremos nuestra ayuda, pero solo si podemos confiar en ti. ¿Podemos?

–… Sí. Sí. ¿Por qué no? Claro, que pueden. Me iré en cuanto me lo pidan. Con mi corona, claro…

–En cuanto a eso…

–Punzie, no creo que debamos dársela. – le cortó la escocesa.

–¿¡CÓMO QUE NO PIENSAN DÁRMELA!? ¡Vamos, me llevó mucho robarla!

–Está bien... Te la daremos en cuanto te vayas.

–¡Punzie!

–No debemos meternos en el tema.

Aghhh. Bien. Pero la tendremos hasta que te esfumes, por las dudas de que desaparezcan cosas. – insinuó Mérida.

–Me hieres.  Aun así, ¿tenemos un trato? – Flynn tendió su mano a Rapunzel. Dudando por una milésima de segundo, terminó por cerrar el trato. Mérida no lo podía creer. Él se colocó en medio de ellas, rodeando sus brazos por sus hombros e incitándoles a caminar. –¡Excelente! Ya quiero ir a su cabaña–

Mérida se libró de su “amistoso” abrazo para caminar por su cuenta.

–No tenemos eso. – respondió Rapunzel, removiéndose incómoda en el agarre de Flynn.

–Oh, ¿viven a la intemperie?

–Ajá.

–… Huh. Rústico, me gusta. – tal vez no había sido una buena idea aceptar el trato – ¿Son solo ustedes dos? ¿O hay más bellas muchachas merodeando por aquí?

–Vuelves a decir eso y quedas sin descendencia.

–Tranquila, Rojiza. Es solo una pregunta.

–Rojiza  tampoco. – amenazó.

–Sobre eso… Huh, digamos que nuestros compañeros son algo… Fuera de lo normal. – dijo, tímida.

–¿A qué te refieres, preciosa?

–Ya lo verás.

Cuando llegaron al campamento, estaban todos, incluso los desaparecidos de la noche anterior juntando leña mientras Hiccup le rogaba a Chimuelo a que usara su fuego. Rapunzel se preparó para lo peor. Al ver la expresión de Flynn estirando su rostro en asombro y espanto al ver al dragón, la muchacha se puso enfrente suyo para obstaculizar su visión.

–¡No entres en pánico!

El grito del ladrón quedó atascado en su garganta en el  momento preciso. Su boca y ojos, abiertos de par en par. La chica mientras intentaba calmarlo y evitar que gritara aguantando la respiración. De a poco, el habla volvió a su dueño. Más o menos.

–N–n–no, ¿cómo–cómo iba a hacerlo? E–es tan no–normal tener un dragón. ¿P–por qué lo dices? – la convicción de sus palabras contrarrestaban su rostro.

–¡Chicos, hemos traído un extraño! – anunció Mérida abriendo los brazos.

–¿Huh? – la pandilla volvió su atención a Flynn.

–¿Cómo que a un extraño? – preguntó Jack, casi indignado. – ¿Es broma verdad?

–¿Quién es, Punzie? – la siguiente en preguntar, desconfiada, fue Elsa.

–Su nombre es Flynn– comenzó su explicación Rapunzel, pero fue interrumpida por la joven a su lado.

–Y es un ladrón.

–¡Mérida!

–¿Qué? Es verdad.

–¿Trajeron un ladrón? – Hiccup también estaba indignado.

–Sí, pero es que necesitaba ayuda. La guardia real le está siguiendo.

–Deberíamos entregarlo, entonces. – dijo Elsa.

–¡No! Chicos, debemos ayudarle. No nos pide nada  más que un refugio hasta que los soldados piensen que no está aquí y se marchen. Luego se irá. ¿Cierto, Flynn?

–Cierto. Muy cierto.

–Punzie, ¿estás segura que podemos confiar en él? – dijo Jack cautelosamente.

–Me da mala espina… – comentó inaudible el vikingo.

–Chicos, pueden confiar en mí en esto. Él no nos hará daño. Lo prometo.

El Guardián lo pensó un momento. No se había imaginado en una situación deliberante como esta.

–Bien, de ser así le dejaremos estar con nosotros. – sentenció Jack. – Pero debes ser tú quien se encargue de que no nos traiga problemas. Vigílalo de cerca.

Como ya habían aprendido, Jack era excelente para liderar las decisiones convenientes para todos, a pesar de que nunca pudo estar al mando de nada.  Por ello, nadie objetó. Pensaron que a la larga no sería una mala medida.

–¡Gracias, Jack! – celebró Rapunzel. Tomó a Ryder del brazo y le arrastró a la ronda de personas. – Estos son mis amigos, este es James. Aquel es Hiccup. Ella es Elsa. Y él es Jack. Antes de que preguntes, no, no es un anciano. Es una larga historia.

–Qué tal. – saludó él un poco incómodo. Las apariencias de los amigos de Punzie que eran fuera de lo normal.

–Hola, soy James. – parecía ser el único que pensaba recibirlo abiertamente y el que se veía menos… extravagante. Estrecharon sus manos con energía. Fue Elsa quien también se predispuso a darle la bienvenida.

–Mucho gusto Flynn.

–Hola, Elsa.

Hiccup y Jack permanecieron en sus lugares, asintiendo cual distante saludo.

–Hay algo más además de Chimuelo… – Punzie continuó explicando.

–¿Del dragón? –preguntó el forastero –  ¿Cómo tu excesivo cabello largo?

–Huh, sí. Verás no somos tan normales como piensas…

–Eso no es una sorpresa.

–Punzie, espera. – Jack le frenó. – ¿Por qué no mejor le explicas todo mientras van a cazar? Ya que acaba de llegar podría ayudar con la caza.

–Me parece bien. – respondió la muchacha.

–Mérida, acompáñalos.

–Ni hablar, que vaya otro.

Flynn rodó los ojos.

–No voy a hacerle daño a Rapunzel. – aseguró de mala gana. Diablos, recién llegaba y ya era tachado por asesino. A decir verdad, ni él mismo se confiaría a sí mismo la vida. ¡Pero igual!

–No solo por eso. No sabemos qué tan bien cazas, y no queremos almorzar ramitas. Sin ofender a los dos.

–Está bien. Dije que quería su ayuda y no haré nada que les traiga problemas, en verdad. – ni él sabía cuánta verdad había en sus palabras. – Solo es temporal, lo prometo.

–Bien. Punzie se hará cargo de ello de todos modos.

–Yo puedo ir con ellos. – se ofreció James. – Es decir, si quieren.

–Sí, que venga el muchacho. –Flynn alentó.

–James nos vendría bien. – concordó Rapunzel, cuidadosa de mantener cierta distancia con su designado.

–¿Jack, estás seguro? – Hiccup susurró del otro lado del prado para que el “jefe” le escuchara. – James no tiene experiencia en cacería.

–En tal caso, Punzie sí. Y tal vez Ryder también.

–Yo creo que deberíamos dejar que vaya. James puede hacerlo tan bien como nosotros. – Elsa propuso decididamente. Ambos jóvenes le miraron, temerosos de declinar su opinión.

–Bien. – Jack se dirigió al excluido y aun así tema de conversación – James, puedes ir. Procura que vuelvan todos en una pieza.

James sonrió ampliamente. De alguna extraña pero verosímil manera, ese Flynn Ryder le daba buena espina. Porque era prácticamente la única persona completamente simple y normal como él que había visto en días. Eran casi leña de un mismo tronco. Por fin alguien que entendiese. Ni bien se fueron, Punzie y él se hicieron cargo de explicar quiénes eran cada uno, y sus capacidades fuera de lo normal a la visita. Y que no se desmayara.

Al principio les había mirado espeluznado, preguntado si no estaban mal de la cabeza o si eso era una broma. Pero la seriedad en aquellos pares de ojos no mentían.

Luego de oír las historias una y otra vez, Flynn empezó a digerir aquello con la mayor naturalidad que pudo. Incluso le pareció gracioso el giro que había tomado su día. Primero huía de un ejército completo, luego le pedía albergue a dos doncellas y al final jugaría a acampar con un grupo de gente súper poderosa o algo por el estilo. Qué ironía que es la vida.

–Así que eres el más normalito. – comentó Flynn a James mientras caminaban.

–Así parece. – le devolvió la misma sonrisa, olvidándose de que lo menos que hacían era su tarea.

–Me agradas, chico.

–Tú también, Flynn.

–Y dices que eres el cocinero aquí, ¿cierto?

–Sí, pero no es lo único. También acompaño a la Reina. Está atravesando por un momento difícil.

–¿La que congela cosas?

–Elsa es su nombre.

–Ya. Debe ser difícil esto, quiero decir. Vivir entre tanta gente… especial. Siendo solo un hombre. Siendo solo tú.

–Te acostumbras.

–¿Sí? Pienso que si llego a hacerlo… – una mirada se le escapó para el lado Rapunzel  mientras intentaba trepar un árbol torpemente en busca de alimento. Aquella quien había confiado en él a ciegas, y no le dejaba saber cómo se sentía él al respecto. La primera, a decir verdad. Flynn no fue consciente de sus siguientes palabras, como si el mundo se hubiese silenciado incluyendo su voz. – No querré irme nunca.



–¿Él robó esto? – Elsa sostenía la corona que Mérida le había enseñado. A su alrededor se cernían y desplegaban los rostros serios de los que quedaron en el campamento.

–Debió haber sido difícil. – comentó el vikingo.

–¿Y dices que debemos devolvérsela en cuanto se vaya como garantía de que no nos traerá problemas?

Mérida asintió.

–Pienso que es lo correcto. – dijo Jack luego de meditarlo. – No es nuestro problema, ni quién sea o qué robe. Estamos haciendo un acto de caridad como dijo Punzie, nada más. Se queda, y luego se va. No vamos a juzgarlo. Y por lo que presiento, él no nos hará nada. Porque debe amar a esa corona más que a su vida.

–Debe valer miles. – silbó Mérida mirando el objeto en cuestión.

–Por lo que Flynn ya no cuenta como nuestro problema. Sino lo que pase esta noche.

Las palabras del Guardián trajeron a Elsa de regreso a la realidad de un golpe antipático que le hizo caer de su nube de ensueño y estrellarse contra el duro suelo. Se había olvidado, ¿cómo dejó que eso pasara? Esa misma noche ocurriría todo. Había esperado una semana completa para poder ver a la Luna en su apogeo abanderando el cielo, y el tiempo había llegado sin notarlo. Pasó todo muy rápido. Tomó aire que sentía que se le escapaba.

Mérida notó su nerviosismo.

–Tranquila, Elsa. Estaremos contigo.

–Funcionará, ya lo verás. – le animó el vikingo con un amistoso apretón en el hombro. Elsa sintió cómo la emoción le traicionaba y lágrimas amenazaban con surgir. Ahora que había llegado el momento final, no quería que pasara. Por un fugaz segundo deseó poder vivir en el bosque con ellos por el resto de sus vidas. No quería verlos partir, no quería perder a sus amigos por nada en el mundo.

Entre Jack, Hiccup y Mérida la arroparon en un tierno abrazo grupal. Podían sentir lo mismo que ella, el temor a separarse, a que no funcionara su plan, a olvidar. Y a la vez la felicidad de que resulte, de que se verán luego de que acabe, de que su amistad duraría para siempre.

–Ten fe. – le dijo Jack al oído.


–¿Esta noche qué?

–Haremos contacto con la Luna. Al menos ese es el plan. – explicó por enésima vez Rapunzel. Flynn no había ayudado mucho, pero habían logrado recolectar entre los tres suficiente alimento para todos y estaban marchando de su largo camino de regreso.

–Para curar a Elsa. – continuó James.

–¿Está enferma?

–Es inmortal. – Rapunzel respondió con simpleza como si fuese lo más corriente del mundo. ¿En qué me metí? ¿En un circo de raritos?, especuló Flynn.

En ese momento atravesaron la última barrera de árboles y encontraron al otro lado el campamento.

Asaron la carne, comieron la fruta y bebieron su agua traída y limpiada del río por James. Flynn se sintió agasajado. No había soñado siquiera con estar en ese lugar, con esas personas, y comiendo esa delicia campestre.

– James, eres asombroso. – comentó.

–Me alegro que te guste. – sonrió desde su lugar en el suelo.

–Es verdad, está riquísimo. – Elsa aportó disfrutando de su comida.

–Siempre hace delicias como estas. – Hiccup aportó desde su lugar en el tronco caído.

–No eres tan inservible como pensaba, eh, mi amigo. – le codeó Flynn a su lado. Aunque su intención había sido bromista e hizo reír a algunos, causó el efecto contrario en el granjero.

Inservible.

Así que él no era el único que se sentía de esa forma. Flynn y probablemente el resto también. No era ciego, James sabía que sus amigos le consideraban poco productivo, por eso le daban tareas bobas. En palabras exactas, un estorbo indeseado, una piedra en el zapato. De más.

Si no fuera por Elsa, en el momento en que se topó con ellos en el bosque hubiese dado la media vuelta. Porque le hacían sentir intimidado y minúsculo. Hiccup tenía a su disposición un feroz dragón, Rapunzel tenía su cabello mágico, Mérida su increíble habilidad con el arco, y Jack y Elsa su magia. ¿Y él que tenía? Nada. Era solo James. El simple e inservible granjero que tuvo suerte suficiente de ser recibido por la Reina.

Y ahora que sabía la verdad que dictaba el corazón de Elsa, James se sentía excluido. Como si hubiese una barrera entre él y ella, una que él mismo creó. Porque estaba herido, porque lo que había sentido toda su vida terminaba allí. Con el corazón roto, despertó de la ilusión. ¿Cómo puedes sentirte en “casa” de esa forma? Elsa tenía a alguien que la protegiese, eso había quedado claro. ¿Qué estaba haciendo James allí?

Ocupar un asiento, cocinar. Su propósito era inservible. De pronto, sintió algo ignorado. Extrañaba su hogar. Su tonta e inservible granja improductiva, tal y como él. Allí pertenecía. En este bosque se sentía fuera de lugar, actualmente más que nunca. ¿Qué bien haría aquí que allá no?

¿Acaso alguien le necesitaba aquí?

–Toma, James. Ve a lavar los cacharros. – una voz autoritaria le volvió al presente, fuera de sus dolorosos pensamientos en su mente. De regreso a la cruda verdad. Jack le tendía una bolsa con los vasos, platos y cubiertos dentro.

–¿No quieres que lo haga yo? –Aunque Flynn no hubiese movido un pelo por nadie, se cogió a sí mismo ofreciéndose por el granjero. Debía pagar su deuda de alguna manera, ¿no? Y tal vez se quedase con un utensilio que otro… – Soy el nuevo. Puedo hacer las labores de esclavo.

–No, James lo hará. ¿Cierto, James? – Jack emanaba casualidad, sin finalidad de herirle siquiera. Pero al estarle siendo sincero, le sabía a veneno a James. Como estacas, sus palabras dolían más de lo que pretendía. Estaba tan deprimido de repente que le asombró al granjero tirarse abajo por su comentario.

–Claro. Además de cocinero, lavo platos.

Tomó la bolsa y se marchó. Necesitaba aire libre y despejar la mente. O no sabría qué haría a continuación.

La tarde cayó como lo que tardan las hojas de un árbol en tornarse doradas y caer en otoño hasta dejar las ramas desnudas. La pandilla estaba postrada en un irrompible silencio, en espera. Los únicos que parecían no pertenecer a esa aura nerviosa y expectante eran Rapunzel y Flynn.

–Así que… ¿De dónde vienes? – Rapunzel preguntó incumbida, siguiendo su conversación de horas.

–Whoa, whoa, preciosa. Nada de desenterrar el pasado. ¿Por qué mejor no me cuentas de tu cabello?

–Como te dije, irradia luz cuando canto y tiene capacidades curativas. – dijo mientras acariciaba su pelo sin darse cuenta. Era como un tic.

–¿Desde cuándo puede hacer eso?

 –Desde que nací, creo. Mi madre no me lo dijo. De hecho casi ni hablamos de ello.

–¿Y qué me dices de tu madre?

–Te lo he contado todo de ella. En especial de lo que pienso en este momento. Todos esos años viviendo en la torre… No sabía que en verdad estaba viviendo cautiva bajo su ala en lo que llamaba hogar. Ahora no sé cómo llamarle. Una prisión, tal vez. Sin embargo, encontré ese sentimiento cuando me topé con ellos. – le señaló a las personas dispersas por el pasto. – Hogar

Hubo un momento en el que Punzie perdió las palabras. Flynn aguardaba por una explicación por lo menos, poniendo un gesto de espera.

–Oh, lamento estar aburriéndote con esto.– dijo en cuanto entró en conciencia que estaba abriéndose por completo a Flynn por más insólito que fuera. Dejó que sus emociones ocultadas fluyeran naturalmente sin darse cuenta.

–No me molesta. Sigue. – debía ser la primera vez en la vida en la que escuchaba de pi a pa un discurso de una muchacha. Generalmente, nunca hablaba con las que conocía, ni se aprendía sus nombres. Pero con Rapunzel… No sabía. Era raro. Tampoco se pondría a analizarlo.

Rapunzel le miró extrañada. Más extraño era que el muchacho a su zurda, caracterizado por su apariencia casanova, se interesara por los sentimientos de una chica. Le regaló una débil sonrisa a cambio de su interés.

–No sé qué haré cuando termine. No sé adónde ir, qué pensar. No quiero volver a mi casa, porque ya no es mi hogar. Pero tampoco quiero vagar sin rumbo por el bosque por no tener uno. Sin familia, amigos. Estaré sola… – sofocó las lágrimas. Ostras, se dejó llevar por el momento. Esos ojos avellanas hurgaban en sus profundidades, y ella se había dejado escrutar. Qué error. – Lo siento.

Se levantó del suelo para poder huir de él,  salir corriendo de la embarazosa situación y poder llorar tranquila. Pero su aferre le impidió irse. Flynn se incorporó, su fuerte mano en torno a su muñeca, mirándola directo a los ojos. Al instante la soltó. Estaba comportándose muy extraño por culpa de esa chica.

Recordó un útil consejo que una Reina le dijo a un pobre huérfano que jamás conoció aquel significado.

–¿Sabes? Lo bueno de tener un hogar, es que puedes hacer de uno en cualquier lugar que vayas, con cualquier persona. No importa donde sea, si es una pequeña cabaña o en un castillo. Si te alejas de uno, puedes buscar otro. Solo tienes que ser valiente para encontrarlo y hacerlo tuyo.

En sus bondadosas palabras Rapunzel pudo hallar consuelo. Su consejo era profundo y certero, y venía nada más y nada menos de Flynn Rider. Le había prejuzgado completamente desde que lo vio. ¿Quién lo habría dicho?

–Creo que tienes razón, Flynn. Gracias. – dijo sorbiendo las lágrimas en un dulce tono como el de una niña. Su gesto enterneció al joven. Diablos, ¿qué estaba haciendo? ¿Caridad con la que hacía caridad con él? Eso no era parte del trato.

–No hay de qué. – su sonrisa mostraba lo que las voces en su cabeza negaban concebir. Cuidadosamente, se alejó de la estática e inestable Punzie para arrimarse a los otros que se habían puesto en marcha para armar una segunda fogata sobre la apagada. La tarde aparecía sobre sus cabezas lentamente. Se ofreció para buscar leña y desapareció en los bosques. En un momento se vio tentado a tomar su bolsa y salir a los piques de ese campamento de locos, sin importarle los dragones, gente que vuela o lo que sea.

Pero eso significaría traicionar la confianza de una inocente chica que cometió un error al hacerlo. Nadie se tomaba el trabajo porque sabían que en cuanto se dieran la vuelta serían apuñalados por la espalda. Y por alguna razón, Flynn por vez primera haría valer tal demostración. No le defraudaría, por el momento, porque no se lo merecía. Tarde o temprano él se iría y se olvidaría de ella y ella de él. Todo terminaría.


James se obligaba a no mirar, pero lo hacía. Las escenas tensas y poco demostrativas de los primeros días entre Jack y Elsa fueron reemplazadas por otras empalagosas. Nadie salvo él les miraba. Al reverendo rábano, nada más para torturarse. Ya ni podía intentar imaginarse siendo él en lugar de Jack, era una triste fantasía. Tenía la verdad en las narices. ¿Cómo dejar ir a lo que soñaste tener toda la vida? La respuesta estaba en la pregunta.

Debía dejarla ir, por completo. O se seguiría lastimando. Quizás podría intentarlo de nuevo con una chica distinta. Como Ingrid, la campesina que vivía cerca de su campo y vendía los periódicos que él casi nunca podía pagar. La había rechazado porque soñaba su vida al lado de Elsa. Con razón ella se le había reído en la cara, era un pobre y ridículo soñador.

Tal vez podría funcionar mejor si no tendría que ver a la chica que residía en su corazón todos los días. Quería irse. Pero le había prometido que la acompañaría. Aún seguían siendo amigos, no podría abandonarla. Sobre todo con lo que pasaría esa noche.

Pero Elsa no le necesitaba, nadie lo hacía. Ella tenía amigos y un novio o lo que sea que fuese con Jack. El granjero debía regresar a su casa, su padre debía de estar preocupado. Rayos, se había marchado a ciegas de la mano de Elsa que se había olvidado de su viejo padre, de sus prioridades, de su vida. Su corazón se estrujó y apiñó en una dolorosa culpa. No podría continuar así. Ni por un segundo.

Mientras transcurrían con pesadez las horas y la luz del día vigente se apagaba de a poco, lo único que se movía en el campamento eran las llamas de la fogata que habían encendido tempranamente. Simplemente no se les ocurría en qué más ocupar su tiempo. Fueron en banda hasta el río, solo para mojar los pies. Estuvieron allí unas horas. Charlaron, rieron, le demostraban a Flynn las cosas que Jack y Elsa podían hacer con su místico hielo y carcajeaban al ver sus expresiones de espanto mezclado con maravilla.

–Ustedes que son unos raritos… – decía mientras se le contagiaba la risa.

Una experiencia como esa no se olvida ni aunque se cierre los ojos. Flynn se sentía así. De la misma forma en la que su compañía les sentaba más a gusto a los chicos. Ya no era el ladrón. Solo Flynn Rider, el fácil de impresionar. El bienvenido. Eso era ajeno.

Y Rapunzel pudo sentirse a gusto con ello. A gusto con descubrir que no solo podía confiar en él, que no se había equivocado, sino que la visita resultó ser más de lo que pensaban. De alguna manera, lo extrañaría.

 Cuando el río comenzó a enfriarse y la luz a disiparse, regresaron. Jack se ofreció para ir solo a cazar esa vez y dejar que Elsa descansara.

No hubo mucho para comer esa noche. Tampoco había mucho apetito.

–Así que… Pandilla. – Jack comenzó a hablar mientras se asaban las carnes y la atención pasaba a enfocarse en él. La única voz en el silencio. – Esta es la última cena. La última noche juntos, para algunos. No quiero ponerme sentimental ni nada de eso así que lo diré simple; son y siempre serán parte de mí. Mis amigos. O buenos conocidos, en el caso de nuestra camarada temporal. – señaló a Flynn. – Tampoco te olvidaré, ladronzuelo.

–Gracias, viejo.

–Aunque todos regresemos a casa mañana, – posó su mano sobre la de Elsa al decirlo. Tuvo de respuesta una sutil sonrisa. – y no nos veamos por un tiempo, lo que vivimos aquí no morirá. Está dicho.

–¿Pueden creerlo? Ha pasado una semana. – Rapunzel se disponía a maravillarse.

–No sé cómo he sobrevivido a ustedes, chicos. – el vikingo recibió una cálida risa por su chacota.

–Jack tiene razón. – Mérida decía con la boca llena de comida. – Mañana volveré a Dunbroch y a la vida de la realeza. Yupi. – aclamó irónicamente, sin emoción. Provocó las primeras risas en el grupo.

–La vida en un palacio tampoco me emociona. – comentó Jack mirando al objeto de sus pensamientos. – Pero podré sobrevivir a ello. Podría acostumbrarme. Hasta quizás también vuelva a ser un Guardián, quien dice.

–Yo creo que volveré a Berk. – Hiccup acarició la cabeza de su dragón que asomaba bajo su brazo pidiendo un bocado. – Chimuelo y yo hemos estado lejos de casa por demasiado tiempo, ¿no, amigo?  Sin embargo, pienso visitarles cada vez que pueda. De eso no hay duda.

–Puedes ahorrarte ir a mi pueblo. Te matarían. – acotó obvia la escocesa.

–Me arriesgaré. – se encogió de hombros. La joven le miró sorprendida. ¿No había entendido que debía dejar de intentar lograr algo con ella? No le estaba dejando las cosas sencillas.

No se podía. Diablos, debían haber millones de chicas vikingas que podrían ser de su agrado. Debía renunciar. Pero no lo hacía. Y eso despertaba las ganas en Mérida de que siguiera sin hacerlo… ¡No! Ideas estúpidas.

Qué ironía. No había sentido nada por nadie en su vida, y cuando lo hacía era de un vikingo. Bien hecho, Mérida. Y entonces un pensamiento le atravesó como un cometa. Tal vez no sea una mala idea. Antes de saberlo, había apartado aquella ridiculez al basurero imaginable.

Nadie era estúpido. Podían saber claramente a lo que se refería Hiccup tanto como Mérida. Se sentía la tensión eléctrica en el aire. No obstante, prefirieron el silencio y el griterío de suposiciones, opiniones y comentarios en sus cabezas. Excepto por Flynn, que chifló, incomodando más el momento a la vez que las mejillas de Mérida se encendían y se escondía bajo su alocada melena.

–Pues, creo que yo debo volver a las calles y a robar más cosas. Posiblemente de la realeza… – tras recibir una mirada asesina de Elsa, Flynn se retractó. – No de realeza. Está bien, de ninguna. Solo deja de mirarme así.

Otra carcajada. Una sutil risilla robó su atención. Rapunzel  agitaba sus hombros con pequeños movimientos y tapada su sonrisa con su mano. Flynn apartó la mirada ni bien se dio cuenta de estar mirándola sin motivo alguno.

–… Y será mejor que lo haga ya.

–¿Qué?

–Ha sido muy lindo de su parte dejarme quedar. –Flynn ignoró el desconcierto de la joven y la de los restantes semblantes. Se incorporó del suelo y sacudió el pasto prendido a sus pantalones. –  Pero es tiempo de que me vaya. ¿Puedo llevarme un poco de esto? – tomó un trozo de carne atravesado por un palo.

–Claro. ¿Tan pronto te vas?

–Sí. Es mejor que sea así. Gracias a todos. – se dirigió cortésmente a cada uno para despedirlos. Dando y aunque no lo esperase, recibiendo.

–Nos vemos, viejo. – saludó Jack con una sacudida de manos muy varonil. Elsa, en cambio le dio un abrazo.

–Cuídate, Flynn. Fue un gusto conocerte.

–Igualmente, Elsa.

–Adiós, Flynn. Espero volver a verte.

–Espero.

–No sé cómo pasó, pero creo que tal vez voy a extrañarte. – Mérida le dio un alegre apretón.

–Lo mismo digo, Rojiza. Lo mismo digo.

–Nos vemos, amigo. Voy a extrañarte. Pásate por mi granja en cuanto necesites algo.

–Yo igual, James. Dudo que vuelva a estar por estas tierras. Aun así…Cuídate. Y Rapunzel… – al verla, percibió un atisbo de tristeza. Pero era distinta a la de los otros. La de ella era más intensa, divisible como un aura a su alrededor. Él podía sentirlo tanto como propio aquel sentimiento. También le agradaba y le dolía en un lugar muy, MUY profundo tener que irse. Por ella.  Olvidó las palabras que pensaba decirle. – Creo que tienes algo que me pertenece.

Diablos, ¿eso es lo mejor que tienes? Eres EL idiota del año, le decía su conciencia.

Saliendo de su trance, Rapunzel lo recordó. Tomó del suelo a sus espaldas la desgastada bolsa de cuero y se la entregó. A fin de cuentas era lo único que le concernía a él.

–Gracias.

–No hay de qué. – se encogió de hombros. Intentaba sonreír, parecer feliz, pero no podía mentirse a sí misma. Realmente quería que se quedara un poco más.

–No, en verdad. Gracias. Me has salvado el pellejo. Espero devolverte el favor algún día. – Flynn le tendió la mano. Rapunzel dudó y acabó por estrecharla, tal vez había esperado algo más después de todo. Permanecieron estáticos en lo que sintieron que pasó un milenio, pensando posiblemente que eso era incómodo, que él debía haber hecho un movimiento distinto, que tendría que seguir agradeciéndole. – Huh… Bueno. Adiós.

Cada paso que daba hacia la lejanía, a Rapunzel se le rompía una partecita de ella, caía al suelo y se hacía humo. En un impulso que solo los que lo han sentido pueden describirlo, gritó su nombre y fue abrazarlo.

Bingo. ¿Ves? Ella tiene más decisión que tú. Su conciencia tenía razón. Eso es lo que él pensaba hacer, pero se había acobardado. Con entusiasmo recibió aquel último gesto.

–Cuídate, Flynn. Y buena suerte.

– Tú igual, preciosa. – desarmó su agarre. –  Y espero que encuentres el lugar al que perteneces.

Dicho esto, dio media vuelta y se marchó para siempre. Las palabras de Rapunzel murieron en su boca al ver sus anchos hombros marchar. Hiccup, James, Jack, Mérida, Elsa y Rapunzel admiraron el surco por donde había desaparecido el visitante y pronto volvieron su visión al fuego y a terminar su comida. Excepto por esta última que permaneció mirándolo por unos necesarios segundos más.

James carraspeó.

–Creo… – deseó no haber captado la atención de nadie. Pero no fue así. Tragó saliva por los nervios que pululaban a flor de piel. – Creo que… Creo que yo también debería irme.

La confusión fue unánime. Su discurso les dejó shockeados, se miraron entre sí como si pudieran corroborar si es que James había consumido hongos últimamente.

– ¿Qué? – la voz se le apagó. Elsa creyó haber oído mal.

–Que debo regresar… a casa. – dijo nervioso.

No solo les impactó, sino que Elsa en especial sintió cómo lo que decía se convertía en balas y le atravesaba el pecho, dejándola sin aliento.

–¿Debes – carraspeó en cuanto su voz quebró.–… Debes irte? ¿Ahora? – Elsa podía sentir su cuerpo tensado y cómo las tropas de la tristeza derribaban la delicada barrera de su emoción.

Lógicamente sabía que James debía regresar, como todos. Pero había supuesto que eso sería luego de que enfrentara al espíritu en el cielo. No que se iría antes… No es que sintiera traición, sino dolor. James y Elsa se habían hecho amigos, y lo necesitaba a su lado al igual que sus otras amistades. ¿A qué se debía el repentino cambio de planes?

Pese a ello, ella ni nadie se atrevió a preguntar al ver su estado delicado, reflejado en su tostado rostro. James estaba más bien en condiciones de salir corriendo de allí. Se le veía frágil, a punto de romperse a llorar.

Elsa más que nadie conocía el peso de la palabra responsabilidad y sabía que siempre había que acudir a su llamado. Tenía que aceptarlo, no retenerlo. Dejarle ir. Porque Elsa aún recordaba aquella noche en la que rompió algo en él, desde entonces le había visto con la urgencia de huir. No creía que resistiría tan poco.

–Lo… Lo siento, en verdad lo siento, Elsa. – Sé fuerte. – Pero mi padre me necesita. También debo volver. Espero entiendas. Porque no cambiaré de opinión. – Tenía las pocas cosas que había llevado envuelto en su capa y amarrado al hombro, listo para partir.

Elsa se incorporó, con las piernas temblantes, para enfrentarlo. Viéndolo se podría decir que parecía un atleta en el punto de partida dispuesto a echar su trote en cuanto suene la campana. Elsa temió que lo hiciese, por lo que habló con toda la sabiduría en su corazón angustiado, conteniendo el agua que asomaba por sus lagrimales.

–Comprendo. –  tomó sus manos, en el mismo dulce gesto que él había hecho con ella. Ella también sabía que lo de su padre era una de las excusas para marcharse, aun así no podía obligarle a quedarse si no quería. Empero su sensatez no hacía que el verlo partir en el momento decisivo de su vida fuese menos punzante. – En verdad, James. Te deseo la mejor de las suertes.

No supo qué más añadir, solo esas palabras desinfladas.

–Y yo a ti. Cuando vuelvas al Reino me gustaría que me hagas saber qué tal te ha ido hoy. Aunque estoy seguro que todo saldrá bien. – saludó a los pasmados uno por uno. Antes de alejarse de las estatuas que solo respiraban, se dio la vuelta hacia Elsa una vez más. – ¿Me prometes algo? Conserva esa piedra, te traerá suerte y te protegerá.

Como yo no supe hacer.

–Lo haré. – Elsa se permitió a sí misma achicharrarse como un ovillo en su interior en lugar de ponerse a llorar.

Sin nada más que agregar, porque sabría que se quebraría, James se fue tomando un camino distinto al de Flynn. Directo a Arendelle. A su granja. A su hogar.

La pérdida de dos personas ennegreció más la noche en cuanto esta cayó. Y por fin, la Luna se postró sobre ellos.

–Elsa, será mejor que vayamos. – era Jack quien ponía su mano sobre su hombro, llamando su atención fijada en la nada. Le miró con ojos tristes, los de Jack reflejaban pena pero sobretodo seriedad. Elsa asintió.


Guiaron a los demás al lugar donde habían acordado que sería ese “contacto”. El asombro inundó a quienes no había pisado el pequeño prado secreto de Jack al ver el lugar. De noche era mucho más espectacular.De noche era mucho más espectacular y centraba en el lugar exacto a la redonda Luna por arriba de sus cabezas.

Sin más tardar, se asentaron en el verde herbaje. Hiccup, Punzie y Mérida echaron un vistazo a Jack y Elsa en forma de una muda pregunta sobre lo que se suponía que debían hacer. Elsa solo miraba a la Luna, potente e infinita alumbrando la noche, y con un poco de temor. Jack, quien notó el nerviosismo de la pandilla, les respondió de la misma forma que no sabía. Entonces, siguieron el ejemplo de Elsa.

La Reina cerró los ojos, como si pudiese sumirse en un sueño en plena vela. Arropó con cariño el collar que James le había dado, reemplazando su lugar vacío a su lado. Si lo que se decía de la piedra era cierto, entonces había más esperanza.

 Gritó con su corazón que funcionara, que la Luna la escuchara. Y sintió una suave mano posándose sobre la suya. Abrió un ojo para ver a su derecha la mano de Mérida. A su vez, ella sostenía la de Hiccup con la otra y él a Punzie. A la sazón, otra  mano pero fría aferró su izquierda. Jack le dio una sonrisa alentadora ante su mirada insegura. Elsa tomó aire.

– Hombre de la Luna, necesito hablarte.

Nada.

– Hombre de la Luna…

Nada.

Fue Jack quien habló esta vez. Él era un Guardián, tal vez con él sí podía contactarse.

– Hombre de la Luna, soy Jack Frost. Te imploro escuches.

Nada aún.

– Hombre de la Luna… –  llamaron todos a la vez. Pero la respuesta seguía siendo la misma. Silencio.

Compartieron una mirada preocupada. No estaba funcionando en absoluto. Elsa, por otro lado, permanecía persistente. Dejó que su corazón hablara, no su voz.

Sé que estás ahí. ¿Puedes responderme? Por favor.

Nada. Debía seguir insistiendo.

Respecto a mi inmortalidad, creo que sabes lo que quiero. Es preciso que me deshaga de ello. Por favor, suplico que me escuches.

Minutos silenciosos transcurrieron. En un principio, las cinco personas hicieron eco de su voz en sus cabezas, pidiendo escuchara. Pusieron toda su fe en ello hacia el espíritu que nunca supieron que existía. Pero a medida pasaba el tiempo, comenzaban a pensar que sus esfuerzos resultarían en vano. Que solo estaban sosteniendo sus manos y rezando a algo que no escuchaba o daba respuesta.

Y en aquel momento le oyeron. La voz ancestral resonando en sus propias mentes. Pero sus palabras  dejaban más preguntas que respuestas.

No tengo el poder de despojar el hielo en tu corazón, Elsa. Podría devolverte tu vida como así matarte, la respuesta es incierta.

¿Por qué no?


¿Qué se supone que deba hacer? Tiene que haber una manera.


No hay nada que yo pueda hacer…


¿A qué te refieres? ¿Hay alguna forma de deshacerlo?


La conexión con el Guardián del cielo comenzó a perder estabilidad, como si se estuviese alejando la voz. Elsa entró en pánico.

¡Espera, no te vayas! ¡Dime qué debo hacer!


¡Hombre de la Luna! ¡Dímelo, solo dime cómo me curo!

La respuesta ha estado siempre ante tus ojos.

¿Qué? ¡Hombre de la Luna!

Pero ya había desaparecido.

Frustración, fue lo primero que sintieron. Habían esperado tanto tiempo por un milagro que duró nada más y nada menos que un minuto. Y no habían tenido la respuesta que esperaban.

– ¿Ante tus ojos? – preguntó Hiccup enredado. No sabía si su repentino mareo se debía a la voz que había oído en su mente o a la confusión de la vaga contestación.

– ¿Qué se supone que signifique eso? – preguntó Punzie.

Elsa abrió los ojos para ver qué tenía enfrente. Pero solo había un vacío cubierto en árboles. Aunque la última frase del Guardián en el cielo decía que la respuesta la había tenido todo el tiempo adelante, no había nada. Porque no había respuesta. El desconcierto de haber fracasado y no haber conseguido lo que pretendía atrajo las lágrimas de esas que parecen jamás acabar.

Eso era todo. No había cura. Ni un milagro. No había nada. Solo un futuro que Elsa jamás había deseado. Exacto como vivir en una pesadilla. Sus temores de repente tomaron un vívido color y roce más real. Porque esa era la verdad.

Elsa sería por siempre inmortal.

En su cuerpo que despedía temblores y sollozos descontrolados, sintió un cálido abrazo que de apoco fue incorporando más gente, como si pudiera hacer cesar sus penas. Pero no funcionaba. No había consuelo.

Sus emociones se salían de control entre sus llantos, podía oír cómo las hojas del verde suelo se llenaban de escarcha poco a poco, dibujando un suelo cristalino y puro a su alrededor. También provocó que una fina nevada callera sobre ella.

– Déjenme sola. – suplicó ella entre lamentos. –  … Por favor.

– Elsa...–  comenzó Jack, pero fue cortado por ella.

– ¡Por favor...!

Con abatimiento en sus ojos, se apiadaron de ella y compartieron un gesto de ánimos inservible como apretar su hombro o besar su frente para luego marcharse. Pero Jack fue el último en hacerlo. Algo en él le vociferaba que debía quedarse allí con ella, consolarla, pero otra parte decía que la dejara tranquila para que pudiera asumirlo, aunque sea sin su ayuda. Era algo que debía enfrentar sola por más que a él le doliese, y a ella igual. Como Guardián y algo más, no había nada que Jack Frost pudiese hacer.

Besó su cabeza y sus manos que cubrían su rostro y Jack se alejó del prado, dejándola sola.

Eso era todo, una completa y desgraciada ironía . Su vida estaba acabada para toda la eternidad.


Desde la oscuridad de la noche, pasando desapercibidos, tres espécimen sonreían con malicia.

– Es hora. – anunció la bruja.


Fin del capítulo 42






Les hice creer que había lemmon, ¿a que no? xD

Lo siento, fui malvada. Prometo que habrá más, pero no ahora. Les advierto que preparen sus corazones y mentes para cualquier cosa de ahora en adelante. Porque se vienen tiempos difíciles.

Y para aclarar cualquier duda: Jack no es fértil por lo que no habrán pequeños Jaquecitos o Elsitas correteando por ninguna parte. Abandonen esa esperanza.

Sigo siendo malvada. Pido perdón xD


Se me han acumulado un millar de preguntas que no he podido responder así que si tienen CUALQUIER duda tienen la posibilidad de preguntarla en los comentarios de este capítulo para que los responda. 


Saludos mis amigos!

19 comentarios:

  1. ¡¡siguela!! ¡por favor, más drama y más jelsa lemmon! 7u7
    ¡está genial, esperar vale la pena!

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  2. hola britt esta genial, sigue escribiendo...lemmon y detalles! porfa y estare esperando saludes-Laura

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    1. Gracias, Laura! Tendrán que ser un poco pacientes para ello.

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  3. Me encanto, valla los pillaron a estos dos bueno........ casi, OMG Flynn Rider aparece sospecho algo con Rapunzel pero sigue escribiendo me muero por saber que pasa después.

    Valentina

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    1. Gracias Valentina! Acabo de actualizarlo y terminarlo por si no lo has leído. Saludos!

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  4. hola no se como encontrar lemmon alguien me puede ayudar.
    Gracias

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  5. HOLA, soy Ivette, por fin el cap. 42, ¡CONDENADO CHIMUELO METICHE! que ganas de interrumpir el sublime momento de Jack y Elsa, me dan ganas de.... !"·$%%&, en fin, espero que más adelante escribas otra hermosa escena lemmon, pero que sean solamente de Jack y Elsa, de nadie más ¿vale?.

    Pasando a otro asunto, quería preguntarte, ese tal James, en qué película ha salido? pues no recuerdo que saliera en algunas de los personajes mencionado, y sinceramente aunque se ve que es parte fundamental para el desarrollo de tu fandom , siento que está de sobra en la historia, pero en fin es mi opinión solamente, sigue adelante como hasta ahora, y, con respecto sobre si Jack y Elsa no podrán tener hijitos, quien sabe, existe lo que se dice milagros, y, en una oportunidad, si logren tener una familia, ¿puede ser una niñita? o mejor aún ¡unas gemelitas! ¿sí, sí? uy, ya estoy divagando, pero bueno, a ver que pasará más adelante.
    ¿qué crees amiga Britt? ya terminé 2 ilustraciones para tu historia, pero no sé cómo mandártelos, y es que me gustaría saber tu opinión sobre si están bien diseñados o les falta algo, me gustaría saberlo, y es que, como te dije anteriormente, es gracias a tu historia que recuperé otra vez la inspiración y la pasión por volver a dibujar y pintar, pues ya hacía que las había perdido.... hasta que leí Jelsa.
    En fin, continúa la historia, es preciosa, grandiosa, emocionante, conmovedora, es,.... es....no sé cómo describirla, pero es..... ARCHIRREQUETERRECONTRAMULTICHORROMEGAHIPEREXTRAORDINARIA!

    Asi lo digo, besos Britti querida.

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    1. Hola Ivette. No puedo prometer nada ^^ Será sorpresa.

      No ha salido de ninguna película, sino de mi cabeza. Eso sí, físicamente es como Nod de El Reino Secreto o Epic, de Dreamworks. Aprecio tu crítica, pero es que sentía que tenía que agregarle algo más, no el típico The Big five (Hiccup, Punzie, Mérida, Elsa y Jack) y lo que se sentiría para una persona normal como nosotros estar rodeados de gente... poco común. Además ya le he tomado cariño al pobrecito James, lástima que se fue. Qué pena.

      No. No hay esperanza. ( xD )

      Muero por ver tus ilustraciones, de verdad amo que la gente me comparta sus obras :3 Puedes mandarlo por mail a : britannylloyd@hotmail.com Los veré con gusto, siempre tengo mi casilla de correos abierta.

      Gracias por tantos adjetivos!! Saludos!

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  6. wow wow wow ;) me encanta, que viva jelsa forever!!!! algún día subiré un fan fic de jelsa (que ya tengo varios pero no tengo el coraje para subirlos a una página LOL) y me encantaría y tu me ayudaras ah!!! soy tu fan Britanny sigue por ese camino...

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    1. Gracias, me pone feliz que decidas escribir. En verdad es algo mágico e increíble. No tengas miedo de publicarlo en tanto tú estés contenta con ello. Y lo importante no es la fama o lo que recibas, sino lo que des. Que cautive a quien lee tanto como a ti. Saludos! Estaría encantada de ayudar.

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  7. ¡Oh! ¡I'm in love!

    ¡Tú historia es simplemente la mejor que he leído!

    Aunque este capítulo no tuvo mucho Jelsa 7u7 me encantó. Y ahora me doy cuenta de que esta historia está por acabar u.u, pero confío en ti para que le des un final digno de tan buena historia. Solo espero que sea un final feliz 7u7

    En fin, ruego para que no tardes en el siguiente capítulo; pero ruego más para que sigas escribiendo más Jelsa después de que termines esta historia. ¡Tú tienes un don!, ¡No se lo niegues al mundo! ¡No se lo niegues a los mortales como yo xD!

    Por ultimo. Noto cierta impotencia en James, ¿será acaso que cometa alguna locura en un futuro? 0-o

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    1. Aww muchas gracias, es lindo oírlo.

      No quería revelarlo, pero ya he escrito el final... más o menos. Espero que les guste en cuanto lleguemos a esa altura :D

      Ya está, me sacaste varias sonrisas con este comentario xD Me apresuraré en escribir los siguientes capítulos, creo que restan tres. ¡Qué nervios!

      Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh... picarón.

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    2. Ya leí la nueva parte del capítulo. Muy interesante y disfrutable. Creo que se a lo que se refería el Hombre de la Luna, pero no lo diré para no spoilear a alguien que no lo sepa; aunque puede que mi teoría este errónea 7u7

      Y bueno, ya no sé de qué otra forma alabarte a ti y tu historia 7u7

      Por último. Mientras sea un final Jelsa me doy por bien servido 7u7

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  8. me encantooo!!! te felicito tienes una gran imaginacion y eres muy buena escribiendo, espero poder encontrar otra escritora como tu algun dia, ya que se acerca el final y no creo poder encontrar otro fanfiction como este, es el mejor que he leido en mi vida eres una gran amiga Britt y espero que algun dia escribas otra historia, ya que si lo haces estare ahi para leerlo y disfrutarlo tanto como lo hice con este te quiero mucho, besos Cande ;)

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  9. Que genial Britt, y me encantó el anterior y no pude comentar porque estuve en exámenes y se me arruinó la compu pero lo hice y me fascinaron los dos.

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  10. me encanto aunque tiene un poquito de enredados

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  11. soy ana por sierto saludos britany

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  12. el codigo es, Dinasaurianuncalosabra

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